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Supervivencia en público y en privado

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Adela Goldbard. De la serie On the Road, 2010. Cortesía de la artista.

Me enfrento a la pantalla luminosa con desazón esta noche, con los ojos cansados de buscar información. Navego compulsivamente por enlaces informáticos, sin entender qué dato, frase o imagen podría liberarme de este parásito electrónico que se ha vuelto indispensable. Ayer se anunció la victoria de un candidato fascista en las elecciones de Brasil, un segundo éxodo masivo de 7000 migrantes centroamericanos atraviesa México hacia nuestra frontera norte donde los esperan miles de soldados al mando de otro líder fascista, que además es cómplice de una guerra genocida en Yemen. Este mes el reporte de la IPCC (el panel internacional contra el cambio climático) ha establecido que a menos que haya cambios drásticos en los procesos de producción y logremos limitar el calentamiento global a 1.5 grados sobre los niveles pre-industriales, el daño al planeta y a la humanidad será irreversible y catastrófico llegado el año 2040. Y sin embargo en México la iniciativa privada insiste en construir un aeropuerto que destruye un cuerpo de agua y fomenta el uso de combustibles fósiles, como si no se nos hubiera dicho nada, como si esta advertencia científica, la más seria amenaza a la supervivencia humana en toda la historia, fuera algo que afecta a otro planeta. No creo ser el único que está exhausto, o que preferiría estar simplemente callado, pero el silencio se ha vuelto demasiado costoso. Me encuentro completamente solo en un viaje de trabajo, pero me acompañan cientos, miles, de personas a través de mi terminal. La frontera entre lo público y lo privado se ha colapsado.

La frontera entre lo público y lo privado se ha colapsado

Seguramente me sentiré mejor en algún momento. Podré seguir con mi vida “normal”. Sin embargo, la intensidad de las crisis mundiales que nos mantienen insomnes a tantos no disminuye simplemente porque la mayoría de la gente no somos capaces de procesarla. Tratar de discutir en línea los problemas básicos de nuestra época casi siempre es fútil, no porque las crisis no tengan solución, sino porque con cada mención de ellas vamos menguando nuestro impulso para actuar solos o en una colectividad. Incluso puede decirse que con la repetición mediática de esta advertencia vamos destruyendo la evidencia, transformándola en leyenda o fantasía, a tal grado que el diálogo sobre algún conflicto político se convierte fácilmente en una larga letanía de sinsentidos y acusaciones, en un juego de suma cero por la representación que con cada clic se aleja de cualquier referente.…

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