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Ser máquina

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Moreno Gentili. Aereo da combattimento Tornado, 2000. Nuovomondo-Mondonuovo series. Courtesy of the artist.

“Quiero ser una máquina”: se trata de una de las declaraciones más inquietantes del siglo XX que, en su literalidad, lo parte en dos mitades diferentes que ya no se corresponden. Antes, la máquina era el símbolo y la metáfora misma de la modernidad; después es, o corre el riesgo de serlo literalmente: ser, no parecer.

La celebérrima frase se debe, naturalmente, a Andy Warhol, que de esta manera alteraba no sólo y no tanto la estética sino la ética misma y la política del arte y del artista, colocándolos ante un cambio radical que no soportaba más análisis y posiciones de la modernidad.

En arte todo había comenzado con la máquina fotográfica: un ojo mecánico, un botón que hay que pulsar, una química que hay que respetar, un procedimiento que hay que seguir. El mundo, la naturaleza misma y el hombre se conformaban a la máquina y, al mismo tiempo, la imagen se hacía fotográfica. Después, estuvieron a punto de convertirse realmente en máquinas: la organización del trabajo, la serialización, el coleccionismo, la automatización, la espectacularización fueron sus signos y sus desarrollos. La máquina se hizo hipertecnología; la realidad pasó a convertirse en hiperreal; el hombre, en posthumano.

Illustration
Andy Warhol. TDK Commercial, 1982. Courtesy of Founding Collection, Andy Warhol Museum, Pittsburgh.

Y en el medio está, precisamente, Warhol, incluso para cuanto se refiere a la fotografía. Puede verse, por ejemplo, al reconstruir la iconografía de los autorretratos de fotógrafos que incluyeron en su propia imagen la máquina fotográfica, hasta superponerla por completo a su cara, pasando del metalenguaje a la identificación, incluso a la sustitución propiamente dicha, el artista-fotógrafo-máquina como un todo. Pero en Warhol hay más, su identificación es tal, es un acto de asunción y de voluntad de tal calibre, que él mismo se hace máquina, ya no tiene necesidad, es más, no debe representarla más, y su cara impasible, inmóvil en todos los sentidos, es el espejo de la máquina que lo mira fijamente, sus ojos vítreos son el objetivo que nos mira fijamente.

Jean Baudrillard la llamó “simulación incondicionada”, absoluta, en la que el mundo es el que pide ser fotografiado, nosotros no somos más que los “figurantes de su puesta en escena”, de su ser ya fotografía, con “su discontinuidad, su fragmentación, su ampliación, su instantaneidad artificial”, es decir, las características ya están implícitas en él. Y el de Warhol lo define como “esnobismo maquínico”, el esnobismo absoluto, integrado, el esnobismo de quien quiso ser totalmente máquina.…

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