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“Para entrar en el cielo deberás estar tatuado”

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Montserrat Santamaría. Carne de identidad, 1996. Cibachrome Cortesía del artista

Los amigos me aconsejaron que no lo hiciera. Mi compañera no quiso acompañarme, todo su interés estaba concentrado en que llegase el dealer…, la necesaria dosis para ambos. Hice de tripas corazón. Fui solo. La cita era a las cinco, una tarde de agosto en Ibiza. Sudando, tomé a las cuatro el autobús…, sudando anduve también un rato, sudando pregunté a un payés y luego a otro hasta que, por fin, encontré la casa. El loco inglés que me recibió estaba un poco achispado. Sin ninguna gana preparó el equipo, aunque lo de preparó es un decir porque no cambió ni siquiera las agujas. Sólo puso tinta en unos pequeños tapones, luego encendió la máquina y con su chirriante sonido zumbando en el ambiente, perezosamente, preguntó qué quería.

Casi una veintena de años más tarde escribí un texto para una revista donde conté, a mi manera, el porqué lo hice. Lo repito… ”era yo más joven. Soñaba y así, en sueños, un ángel me gritó al oído: Para entrar en el cielo deberás estar tatuado. Lo repitió un par de veces. Luego, el eco de su voz se fue apagando sin que llegase a enterarme de si para conseguir tal premio debía ir a tatuarme de pies a cabeza o sólo un poco…”

Hoy, a la vista está que no deseché tan angelical consejo. Mi cuerpo…, brazos, manos, cuello y pecho están cubiertos de tatuajes y, por afinidad, me es imposible evitar que me venga a la memoria aquel hombre protagonista de un cuento de Ramón Gómez de la Serna, que tenía la manía de tatuarse y al que los médicos sabían situar sus dolores como no se sitúan sobre ningún enfermo: “el mal lo tiene usted en la boda de los elefantes…”

Ahora, sin necesidad de doctores, también yo sé, que cierto mal, el estigma de una vieja culpa, lo llevo irremediablemente conmigo y me lo recuerda siempre, el tatuaje adquirido aquella calurosa tarde de agosto en Ibiza. Pero ese es otro cuento…

Hablemos del tatuaje.

Illustration
Sandi Fellman. Horiyoshi III & his Son, 1984. 20 x 24” Polaroid Cortesía Edwynn Houk Gallery, Nueva York.

Desde que el hombre camina erecto y es homo sapiens, la necesidad de ensalzar la belleza del cuerpo a través de medios artificiales satisface un comportamiento universal. Siempre se ha hecho y siempre se hará. Responde a una constante evolutiva y positiva de la humanidad.…

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