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Populismo no viene de pueblo

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Alfredo Palmero de Gregorio. Caballos de la luna.

Vivimos unos momentos históricos que parecen marcados por un cierto concepto de populismo: partidos y líderes políticos que se quieren carismáticos, que dan más importancia a sus peinados que a sus ideas, que buscan el apoyo de los votos con caras más o menos bonitas, con palabrería, y se creen que populismo viene de pueblo, va al pueblo y es lo que quiere el pueblo. Un pueblo que ya se encargarán ellos de que sepa lo mínimo posible de todo, no sea que se empiecen a hacer preguntas. Esta tendencia se ha demostrado en las últimas elecciones europeas y todos los canales de TV del mundo se encargan de alimentarla entre risas groseras y descalificaciones generales. Los líderes populistas basan su éxito en una popularidad que les granjea el favor de un pueblo ambiguo, básico, que no se manifiesta más que en un besamanos de banderita. Pero esa tipología de político vacuo, que da estupendamente en pantalla, se está empezando también a trasladar a territorios de la cultura en las figuras de ciertos críticos que alardean de su épica batalla contra el dragón de lo nuevo. La más atrevida es una señora que dispara dardos envenenados en la prensa mexicana y tiene su eco para todos los gustos en las redes sociales. Esta señora arremete contra museos, exposiciones, ferias de arte, artistas, curadores… con la impunidad de que ya no existen críticos, de que nadie le va a plantar cara, de que nadie va a desmontar su exiguo y repetitivo discurso oscurantista. Un discurso cercano a lo que ella lama “la calle”, un discurso de esos que podemos oír en cualquier lado, que sólo ve en el arte actual algo absurdo y ajeno a lo que ellos llaman cultura, un engaño simplemente. Toda la crítica desapareció para dejar paso a expertos (más o menos serios) por un lado y dejando una brecha abierta, por otro lado, para que personajes de este tipo hagan su nido y puedan prosperar. Porque, a fin de cuentas, les hemos dejado todo el territorio de un público general libre para que hagan lo que quieran con él. Lo mismo que ha hecho la izquierda con los electorados europeos: ante el desprecio y el alejamiento de unos, otros saben sacar sus beneficios. Esta señora de tan infausto nombre como estúpida verborrea, insulta y denigra a toda la profesión sin que nadie tome cartas en el asunto, porque escribir ya no es una forma de ganarse la vida, porque nadie paga a un crítico serio y profesional, porque ese critico de otros tiempos hoy intenta ser curador, entrar en un museo, ganarse la vida de alguna manera y nadie hace caso a ese público al que parece que ni los museos ni la política cultural, ni los artistas ni nadie presta atención… salvo estos nuevos adalides de la verdad que se han quedado anclados en la parte más reaccionaria de principios del siglo XX, que se olvidan de la noción de progreso y de que la idea de cambio y riesgo es inherente a la creación cultural.…

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