Tradicionalmente se decía que los museos son las instituciones cuyos objetivos son preservar la historia, almacenar los documentos de esa historia, y mostrarlos a las siguientes generaciones, con claros fines pedagógicos. Esta definición ha sido prácticamente barrida por el paso del tiempo; los intereses temporales y la deriva de la pedagogía hacia la manipulación han cambiado totalmente esos objetivos primarios con los que se crean los museos desde sus orígenes. Si nos centramos en los actuales museos de arte actual y contemporáneo la situación ya se convierte en agónica. Muchos de ellos no son ciertamente museos, pues no tienen colección propia, es decir, no tienen nada que preservar del paso del tiempo ni almacenar, ni la historia parece tener nada que ver con ellos. A veces albergan colecciones de particulares o de otras entidades que los usan claramente como almacenes cualificados que conservan y catalogan sus colecciones a la vez que les dan relieve social y cultural y revalorizan económicamente. El museo gana con ello poder recurrir a unos fondos relativamente permanentes y baratos con los que llenar huecos en unas programaciones cada vez más inestables y las salas de unos edificios sobredimensionados.
Hay otros que efectivamente sí pretenden formar una colección, eso sí, totalmente ajena a la historia que no esté hecha en el hoy
Pero desde luego los llamados museos de arte actual y contemporáneo lo que no tienen es nada que ver con la historia, más bien lo que les interesa es escribir la historia a ellos. Hace unas semanas el reconocido historiador y cuestionado gestor Tomás Llorens (que ha sido director del Museo Reina Sofía en Madrid y del IVAM en Valencia) escribía un artículo a raíz de la crisis del MACBA en Barcelona y la destitución de su director y despido de sus dos conservadores/curadores. Al margen de otras observaciones hay dos aspectos que me parecen especialmente interesantes en las palabras del que es, sin duda, un experto en el tema: la difícil definición de museo para la mayoría de los así llamados actualmente y la penosa intromisión que el mercado hace en las instituciones. Efectivamente resulta difícil no pensar en la figura de la Kunsthalle, o en español la del Centro de Arte como una definición más apropiada para esas entidades que se decantan por el arte de las tendencias más inmediatas, que no tienen colección y que, algunos de ellos, no tienen la intención de formarlas.…
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