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Inmersión oceánica

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J. M. W. Turner, The Slave Ship, 1840. Cortesía del Museum of Fine Arts de Boston.

El siguiente artículo es el inicio del libro “Bucear la herida. Paisajes (im)posibles de la imagen en la era postfotográfica” (2022), obra ganadora del premio LUR de Ensayo sobre Fotografía 2021.

¿Por qué están heridas las imágenes?

Sumidas en las profundidades del océano o flotando en la superficie, las imágenes pierden el norte, circulan a toda velocidad y chocan entre sí como olas furiosas. No quedan horizontes, solo heridas. La artista y crítica cultural Hito Steyerl afirmó en su libro Arte Duty Free (2017) que “las imágenes están heridas y dañadas, como cualquier otra cosa en la historia”. Esto nos puede llevar a pensar que las imágenes siempre han presentado esta condición y, en cualquier caso, a preguntarnos: “¿Por qué están heridas las imágenes? ¿Qué o quiénes han abierto esta herida? ¿Dónde se encuentran?”.

Concebir cualquier imagen como una ‘imagen herida’ implica establecer una fisura, una apertura inherente en toda narración visual. Toda imagen posee, por tanto, una grieta divisoria que separa diferentes regímenes de visibilidad, una fisura que permite la creación y el reparto de nuevas realidades, pero que, al mismo tiempo, nace de la fricción y el choque violento. De esta forma, la herida se produce mediante una coexistencia (no exenta de conflicto) entre la hibridación y la fractura. Estas nuevas realidades ya no responden a la antigua circulación de las imágenes que permitió configurar el imaginario colectivo de las masas (primero, con la imagen pintada; luego, la imprenta; más tarde, la imagen analógica y la imagen en movimiento hasta llegar a la digital). Ahora, en una época en la que el neoliberalismo tecnológico se ha encargado de reinventar nuevas formas hiperactivas de producir, traficar, modificar, apropiar y eliminar imágenes, es decir, de crear realidades con sus respectivos modos de subjetivación, es posible establecer significados adicionales para la imagen herida.

Concebir cualquier imagen como una ‘imagen herida’ implica establecer una fisura

Si es cierto que las imágenes siempre han estado heridas, podemos decir que ahora están ‘más heridas que nunca’. Mark Seltzer acuñó el término de wound culture (‘cultura herida’ o ‘cultura de la herida’) en 1997 para referirse a la sociedad occidental durante la década de los noventa, fascinada por la mediatización recurrente del shock y reunida colectivamente en torno al trauma. No se trataba únicamente de una espectacularización hollywoodiense de la violencia, sino de toda una serie de desórdenes que el sistema neoliberal produjo tras la caída del Muro de Berlín y que han desfigurado las fronteras entre lo privado y lo público, lo individual y lo colectivo, creando una suerte de “esfera pública patológica” inseparable de este acercamiento colectivo hacia el trauma y la violencia.…

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