Apenas han transcurrido dos siglos desde la aparición de los museos como grandes centros-estandarte de lo público en la historia de occidente. Su origen lo encontramos en el mouseion de Alejandría, un espacio que reunía múltiples y muy variados usos. Más tarde, en el Renacimiento con los studiolos, y en la Ilustración con la institución pública, surgen los primeros museos de arte; caracterizados por ser lugares de acceso restringido. Su libre accesibilidad no aparece hasta la segunda mitad del siglo XVIII, con la fuerte pujanza de una burguesía que establece las normas de una nueva cultura del ocio, coincidiendo con un acelerado desarrollo de múltiples campos del conocimiento.
A la vez que se producía la ruptura de la tradición positivista imperante desde el siglo XIX, escenificada en los museos con la presentación de los materiales siguiendo un orden cronológico, tenía lugar en la segunda mitad del siglo XX en occidente un giro desde el interés por los objetos, hacia el interés por los visitantes. Se constata así la naturaleza excluyente del museo, cuya visita es concebida como una actividad de las clases altas, una concepción no inclusiva con la que habían lidiado anteriormente otras museologías no occidentales –así como la marxista– al verse desprovistas de colecciones, poniendo en crisis los procesos de adjudicación de valor de otras latitudes.
Partiendo de la premisa funcionalista que se ha mantenido hasta la actualidad, y que es común a museos de todas las disciplinas, el museo de arte contemporáneo representaría la versión más compleja de tipología museal
Partiendo de la premisa funcionalista que se ha mantenido hasta la actualidad, y que es común a museos de todas las disciplinas, el museo de arte contemporáneo representaría la versión más compleja de tipología museal, ya que si bien un museo de otra materia lo que hace es presentar didácticamente –a modo de resultados– aquello que ha sido procesado fuera de sus instalaciones, en el museo de arte contemporáneo lo que se presenta está en su estado bruto, procesual o sin mediaciones. Esto conduce, junto con la relectura del canon marxista, las crisis de identidad y las revueltas sociales de finales de los 60 y principios de los 70, a la disputa tanto por parte de los artistas como de los demás agentes, del modelo museal hegemónico sustentado en una neutralidad que refuerza y legitima el desequilibrio social y político del momento1HOWELL, Caro: “Space: The Final Frontier?”,…
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