La ficción televisiva cyberpunk Mr. Robot culminaba con un complot de un grupo de hackers llamado “FSOCIETY” (fuck society) para volar por los aires una instalación de almacenamiento de datos de META, caracterizada, en la ficción, bajo el pseudónimo “E Corp” (Evil Corp).
Elliot —nuestro protagonista, y experto en ciberseguridad—, emplazado en la disyuntiva de seguir a rajatabla la lealtad corporativa o seguir sus impulsos subversivos, se sienta frente a la pantalla de su portátil, mostrando el archivo de los planos de la instalación (“Evil Corp Facility – Planta Baja.pdf”) y, junto a Tyrell, un antiguo ejecutivo de E Corp, repasa mentalmente cada paso del plan: cargar el malware, desactivar la seguridad, liberar gas hidrógeno en los sótanos, cortar la energía de respaldo y esperar a que una chispa prenda fuego al edificio. Entretanto, la cámara, lentamente, dirige la lente hacia la silueta de un rascacielos de hormigón desnudo y fachadas ciegas: el bastión de Evil Corp.
Para muchos neoyorquinos, este edificio no solo pertenece a la ficción cyberpunk, sino que, existe, tiene y ha tenido una fisicidad imponente e inquietante en el paisaje cotidiano de Manhattan. Se trata del número 33 de Thomas Street, también conocido como The Intercept, una estructura fundacional de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). Diseñado por AT&T como el Edificio Long Lines, este monolito de telecomunicaciones fue construido para soportar ataques nucleares y gestionar un vasto entramado de comunicaciones. Décadas después, y tras las revelaciones de Edward Snowden, los periodistas han descifrado su papel actual: bajo el nombre en clave TITANPOINTE, el edificio es la sede de la NSA, dedicada a interceptar comunicaciones globales, incluidas aquellas pertenecientes a organismos como la ONU, el FMI, el Banco Mundial, el Banco Central Europeo, así como a más de treinta gobiernos extranjeros. Las antenas en su techo son parte de SKIDROWE, un programa de escuchas telefónicas que amplifica la envergadura de su control.
Desde Foucault a Deleuze, los teóricos de la vigilancia han descrito el cambio del panóptico a la “sociedad de control”
Para más inri, el poder de este edificio y su papel en la vigilancia masiva lo convierten en un símbolo casi mítico. De estilo brutalista, con una fachada de granito que rechaza cualquier atisbo de luz natural, el 33 Thomas Street parece un arquetipo de la paranoia distópica de cualquier novela de Thomas Pynchon, ya que esta arquitectura, aparentemente tan anodina, es en realidad una construcción pensada al milímetro, digna de una trama orwelliana.…
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