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La invención de la pintura

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Ellsworth Kelly. Hangar Doorway, St. Barts, 1977. Courtesy of Mathew Marks Gallery.

La invención de las cosas no sucede nunca en un solo instante mágico. La invención de las cosas, como la propia invención de la vida, viene sucediendo constantemente desde el inicio del mundo. Todo se está continuamente inventando y reinventando. Creamos cada gesto, cada sensación, cada vez que lo sentimos, cada vez que los realizamos. Por eso la pintura sigue viva, por eso y porque la pintura de hoy no es la misma que la pintura del siglo XVIII, ni que la pintura de las cuevas rupestres. Pinturas inventadas en cada momento de la historia que fue necesario volver a inventarse la pintura, tal vez no el arte. El arte es un concepto tan abstracto que está sujeto a los caprichos cambiantes y volátiles de mercado, instituciones e intelectuales sin metas más lejanas que el horizonte de las ciudades en las que viven temporalmente. La pintura es otra cosa, la pintura siempre fue algo necesario y por eso no muere, se transforma, se reinventa. Continuamente está empezando.

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Roberto González Fernández. S-P 33 Magritte, 2004. Courtesy of the artist.

La pintura siempre fue una práctica en la que la mano era el motor, generaba la acción y la realidad de esa acción

EXIT es una publicación que solamente trata de fotografía, y puede parecer que esta afirmación admirativa tiene poca relación con la foto. Sin embargo es todo lo contrario. En este número el centro sobre el que todos giramos sigue siendo la imagen fotográfica, pero el movimiento viene impulsado por la mirada de los pintores. De unos pintores que están, han estado, inventando la pintura con una mirada diferente. Que han sabido regenerar una forma de hacer, de mirar y de ser. La pintura siempre fue una práctica en la que la mano era el motor, generaba la acción y la realidad de esa acción. Se ha hablado del cuerpo, del gesto, de la fuerza del pintor, pero un día la mano cedió su papel motriz, el rol del director de escena, a la mirada, al ojo. Cuando hablamos del inicio de la fotografía, de las razones que llevaron a su creación, nos resulta evidente su papel esencial de herramienta colaborativa. La fotografía es una herramienta esencial en la ciencia, en la investigación, en la documentación de la vida cotidiana, de los cambios sociales, pero también lo es en el conocimiento de las plantas, de la naturaleza, de la realidad de un mundo inaprensible. Una herramienta colaborativa y en ocasiones sustitutiva, como le ha sucedido al dibujo, al sketch que documentaba un hecho, como las acciones bélicas, o a la ilustración periodística. La fotografía ha venido para demostrarnos la grandeza de la cosa más ínfima, para que comprendamos que bajo una supuesta superficie existe un mundo desconocido. En profundidad y extensión, con la fotografía se ha iniciado una búsqueda interminable del individuo, de su mundo y de sus condicionantes sociales, físicos y morales. Pero la fotografía en manos de los pintores alcanza una dimensión diferente, ya que reúne las características de la fotografía y las esencias de la pintura. Produce unas imágenes que son esencialmente pintura pero con el cuerpo de una fotografía.

Todos se han servido de la fotografía para extender su mirada, para profundizar en su pintura, formal o conceptualmente

Todos los pintores que aparecen en las siguientes páginas, y otros muchos que no están en ellas, han hecho un viaje de la pintura a la fotografía de ida y vuelta. Todos son pintores. Todos se han servido de la fotografía para extender su mirada, para profundizar en su pintura, formal o conceptualmente. Cada uno de ellos fotografía lo que ve, pero el resultado, lo que el espectador ve, es lo mismo que vemos en sus pinturas. Realmente no hay apenas diferencia entre sus pinturas y sus fotografías, unas alimentan a las otras, se justifican como un experimento en la investigación científica, tienen la lógica de las cosas que suceden porque no pueden ser de otra manera, como la manzana que cae por su propio peso desde la rama del árbol hasta el suelo. Sucede algo parecido con los fotógrafos que pintan, que de repente nos sitúan ante sus lienzos esperando que veamos sólo pinturas, pero nosotros seguimos viendo las calles de las ciudades de sus fotografías; el color oscuro y profundo de la soledad de los lugares por los que pasearon su cámara vuelven a aflorar en los cielos brumoso, manchados con la sangre que tantas veces fotografiaran. El pintor aporta con su mirada otro tipo de catalogación del mundo. Cada artista, en definitiva, ve lo que quiere ver, o mejor dicho: lo que no puede evitar ver. Ve a través de su propia creatividad, ve, siempre, partes fragmentadas de su obra, de una obra tan inmensa que seguramente no lograra acabarla en vida.

Podría parecer que los pintores más jóvenes han incluido la imagen fotográfica en su forma de hacer pintura como algo inevitable, como un elemento más del espíritu de los tiempos en los que les ha tocado vivir. Pero no es así, porque no son tantos los pintores que han dado ese paso hacia el mundo de la fotografía. Ese impulso viene como algo inevitable en su forma de hacer. Al igual que para otros el mundo del comic, de la animación, del cine, conforma parte de su forma de hacer. Pero en el caso que estudiamos en este número de EXIT no se trata de como el pintor incluye en sus pinturas la aportación fotográfica, no hemos recurrido a pintores que incluyan en sus lienzos imágenes fotográficas. Son pintores que han construido una obra paralela, una pequeña construcción fotográfica que nada tiene que ver en el aspecto formal con sus pinturas, que en las más de las ocasiones no ha salido a la luz sino mucho después de realizarse, bien porque ha sido una especie de complemento vital, realizado en viajes, al margen de su trabajo como pintores, hasta que un día se han reencontrado con sus pinturas en otro nivel de confrontación. O bien, porque fueron imágenes creadas como herramientas de apoyo para sus pinturas, pero que de repente crecieron conformándose como obras paralelas, con fuerza y autonomía. Otros, sin embargo, y no precisamente los más jóvenes, han tenido desde el inicio de su obra a la fotografía como una fiel compañera, en la forma de mirar, en la concepción de la imagen, en la construcción de toda una iconología, de toda una historia personal de la que la pintura ha sido la protagonista principal pero nunca en un monólogo.

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Ellsworth Kelly. Side of a Garage, Hudson, New York, 1977. Courtesy of Mathew Marks Gallery.
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Ellsworth Kelly. Sidewalk, Los Angeles, 1978. Courtesy of Mathew Marks Gallery.
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Ellsworth Kelly. Wall, Gallilea, Majorca, 1967. Courtesy of Mathew Marks Gallery.

Por unas razones o por otras, después de ver las fotografías que han creado a través de años todos estos pintores podremos comprender mucho mejor sus pinturas. A partir de aquí sabremos darles un significado más profundo a gran parte de unas obras que creíamos conocer sin fisuras. Veremos una dimensión nueva en sus pinturas y seremos más capaces, también, de comprender mejor la importancia de la fotografía como creadora de lenguajes autónomos y característicos.

Entenderemos finalmente, que sea la mano, el ojo, la forma o el significado, la creación artística no habla una sola lengua, y que todo lo que rodea al artista sirve para alimentar un trabajo que sólo depende de cada individuo, de su percepción y de su capacidad para, utilizando cualquier herramienta que tenga a su alcance, cuantas más herramientas mejor, consiga cambiar nuestra percepción de la realidad y del mundo que nos rodea, de nosotros mismos en definitiva. Y de que, pintura y fotografía cabalgan juntas desde hace mucho tiempo, y no solamente en un horizonte pop o hiperrealista, sino en todo el Universo del arte actual.