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Esto no es un bodegón

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comida

Concha Prada. Lombarda nº 1, Ficciones, 2003. Courtesy of the artist.

La comida no es solamente el alimento del cuerpo, es también, y tal vez sobre todo, el alimento del espíritu. Objetos y materias cuyo simbolismo supera ampliamente sus cualidades físicas. En la comunión cristiana los creyentes ingieren una oblea (un pedazo muy delgado de pan ácimo) y así comen el cuerpo de su dios, y bebiendo vino rojo beben la sangre del Señor. La Torá, el libro sagrado de los judíos, indica cuales son los alimentos que pueden ingerir los judíos, cómo deben ser los animales, cómo se deben criar y sacrificar, cuales son los alimentos kosher, aptos para alimentar al pueblo de Dios. Los musulmanes celebran el Ramadán, en el noveno mes del año musulmán, absteniéndose de practicar sexo y ayunando desde el alba hasta que el sol se oculta cada día. El ayuno, no comer carne días determinados, obligación de comer pescado en ciertas fechas, e incluso la prohibición de ciertos alimentos son aspectos que todas las religiones incluyen entre sus mandatos y rituales. No comer es una forma de purificarse. Las nuevas religiones ateas buscan igualmente la salud y la pureza no tomando carnes rojas, comiendo elementos naturales, no comiendo seres vivos. La comida es definitivamente mucho más que la simple gasolina con la que movemos y alimentamos nuestros cuerpos humanos.

En “Totem y Tabú” Sigmund Freud explica la importancia que en los pueblos antiguos se daba a invitar a comer a los extraños. Mientras el cuerpo del invitado tuviera dentro la comida que le había ofrecido el anfitrión de la tribu, su vida era sagrada. Otro símbolo, como el que todos hemos visto en películas y leído en libros: los caníbales, los pueblos primitivos, en el que los guerreros se comían el corazón o el hígado del enemigo para conseguir su valor, su fuerza, su poder. La sangre, la energía líquida esencial para el humano es el alimento de los vampiros, que se convierten en inmortales bebiendo la sangre de los humanos. Está claro que no se trata de comerse simplemente un bocadillo, la comida es sagrada y al menos en mi país los niños crecimos besando el pan cuando se caía al suelo, y con la letanía de que “con la comida no se juega”. Pero además tenemos el ritual de comer, que es en sí mismo lo más parecido a una liturgia religiosa. En torno a una mesa bien servida, con manteles de tela, platos de loza y vasos de cristal, se reúne la familia, los amigos, los comensales, dispuestos a engullir los manjares preparados minuciosamente al fuego de la cocina. La cocina es el lar, el hogar, alrededor del cual se conserva la idea de familia, aún más: de tribu. La idea de pertenencia. Hoy ya estas ideas y costumbres quedan lejos y las cocinas ocupan cada vez menos espacio en las casas, y el fuego no se ve. Los alimentos precocinados, la comida basura o rápida, fast food, soluciona lo que, para muchos, cada vez para más personas, es solamente un trámite molesto pero inevitable: alimentarse. De pie, sin cubiertos, con vasos y platos de cartón, cubiertos de plástico, una gran parte de la población subsana lo que antes era un rito entre el placer y la espiritualidad.

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Katie Swietlik. Dinner and a Show, Thinking About Food series, 2009. Courtesy of the artist.
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Jim Dow. Dining room at Restaurant El Arroyo. Tlalpan, DF, Mexico, 2006. Courtesy of the artist and Janet Borden, Inc., New York.
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Jim Dow Cemitas Tepeaca Taco Truck at the Five Points Mural. Boyle Heights, Los Angeles, ca. 2006. Courtesy of the artist and Janet Borden, Inc., New York.

Pero mientras en las sociedades supuestamente avanzadas la comida oscila entre el lujo y la simple alimentación rápida y de mala calidad, con un exceso de comida que acaba en la basura por toneladas, en otros lugares del mundo la población muere de hambre, sin nada que poder llevarse al cuerpo. Ese desajuste inmoral se ha convertido en una de las muchas vergüenzas de nuestro tiempo y muestra claramente que cuando hablamos de comida no estamos hablando simplemente de un bodegón.

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Jim Dow. Dairy Queen at Night, US 6, Iowa City, Iowa, 1988. Courtesy of the artist and Janet Borden, Inc., New York.
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Martin Parr. England, UK, 1974, Home Sweet Home series, 1974. Courtesy of the artist.

Bodegón en español, still life en inglés. Naturaleza muerta para unificar criterios. Porque “still life” significa “todavía vivo” en una clara alusión a la idea de vanitas que conlleva toda reproducción de la comida. El bodegón, un subgénero pictórico que alcanza su auge en el siglo XVII, nos muestra el esplendor de los alimentos, por lo general frutas y animales, en una clara alusión al paso del tiempo: estos alimentos ayer frescos y vivos, hoy serán tu alimento, mañana estarán putrefactos. Equiparable al uso del espejo (donde al asomarse la joven doncella sólo ve el reflejo de la muerte) o el reloj de arena, también muy frecuente en los bodegones, que marca el inexorable paso del tiempo. Tempus fugit y Vanitas vanitatis et omnia vanitas («Vanidad de vanidades y todo vanidad», del libro del Eclesiastés). Nada más apropiado para hablar de la muerte, del tiempo que pasa, que la juventud y la belleza, que los alimentos frescos que empiezan a pudrirse.

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Martin Parr. England, UK, 1974, Home Sweet Home series, 1974. Courtesy of the artist.
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Martin Parr. England, UK, 1974, Home Sweet Home series, 1974. Courtesy of the artist.

La representación de la comida en el arte siempre fue para hablar de lujo y de muerte, del paso del tiempo, del absurdo de la vanidad humana. Hoy en día la comida ya no suele ser un tema para la pintura y, como tantos otros, la fotografía lo ha recuperado. La comida es un tema recurrente en la historia de la fotografía, un tema menor pues parece ser algo cotidiano, casero, pero sin embargo se ha convertido en una marca social, una definición de la clase social, de la evolución del individuo. También presente en la fotografía de viajes, la imagen del restaurante de carretera es un icono de la modernidad. Todos los fotógrafos norteamericanos la han hecho. Pero la imagen de la comida va mucho más allá en la fotografía actual, como veremos en las siguientes páginas. La fotografía se alimenta de lo cotidiano y pocas cosas son más habituales que la comida, la compra, el cocinar… ese es el tema de esta revista que tiene ahora en sus manos. De la materia prima y su colocación en lonjas, mercados y supermercados, la acción de comprar y esos lugares atractivos y a la vez repugnantes donde se almacenan los materiales de la cocina y a veces la propia comida ya cocinada. La compra es esencial, pero no más que la transformación de esa materia prima en los alimentos deliciosos que luego degustaremos en la mesa. La cocina es el laboratorio, lo ha sido siempre, donde todo se transforma en otra cosa. Tradicional trabajo para la mujer, economía que sustenta la familia, en su cara más social y lujosa la realiza por supuesto el hombre. La mesa, sentarse a comer, es todo un ritual que precisa de una elaborada escenografía: vajillas, cuberterías, manteles… y los comensales. El acto de comer eclipsa todo lo demás, para eso no hace falta parte de lo anterior, podemos comer un bocadillo en el coche, unos fish and chips en la calle, en la cama sustituyendo la mesa por el colchón, en un avión, en un autobús, cualquier sitio, cualquier alimento… el fotógrafo hoy sabe lo que eso significa. Esto ya no es un bodegón, es un cambio en las costumbres sociales, un cambio educacional, una sociedad diferente con formas diferentes. Pero hoy en día más que lo que comemos y cómo lo comemos, es lo que tiramos lo que más dice de nosotros. Nuestra basura es esencial para saber de nosotros, nuestras costumbres, nuestras dietas. Quiénes somos y cómo vivimos. Los fotógrafos, como CSI policiales se vuelcan en los restos, en las basuras, en las sobras, cuando todo terminó, cuando el banquete se acabó y los comensales se fueron ya.

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Martin Parr. England, UK, 1974, Home Sweet Home series, 1974. Courtesy of the artist.
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Martin Parr. England, UK, 1974, Home Sweet Home series, 1974. Courtesy of the artist.

Desde un té con pastas o un buffet libre hasta la última cena de los condenados a muerte en las cárceles de Estados Unidos, todo es susceptible de fotografiarse y todo se ha fotografiado. Todo y mucho más. Reunimos más de 30 artistas en esta publicación, y podríamos haber presentado muchos más, pero nuestro espacio es limitado, nuestro tiempo también y nuestras vidas tienen que seguir adelante. Hemos prescindido de los fotógrafos históricos, los orígenes de la foto, que también comían y como si hubieran tenido móviles con cámara incorporada fotografiaban sus comidas, sus cocinas, los elementos, la materia; todo, como los jóvenes de hoy que no comen nada sin antes fotografiarlo, tal vez temerosos como príncipes destronados, de ser envenenados en cualquier hamburguesería. También hemos prescindido de la materia prima en origen casi por completo. Tampoco hemos incluido a todos aquellos, cientos, artistas que utilizan la comida por colores, que reconstruyen escenas con comida, que construyen las imágenes en busca de una analogía dispar. Hemos recordado aquello que nos decían de pequeños, “con la comida no se juega”, y temerosos de la bofetada que venía después de esa frase dicha como un mantra y hemos preferido pasar de ese capítulo. También se han quedado fuera muchos que podrían haber estado dentro, pero nuestro conocimiento, como cualquier guiso, tiene un tiempo límite de cocción. Ahora les toca a ustedes degustar este plato, por suerte se lo pueden comer por etapas, saborearlo, volverlo a degustar, solos o en compañía. Buen provecho.