Que la vida da muchas vueltas es algo que no acabamos de comprender, hasta que nos encontramos con un personaje como Sibylle Bergemann (Berlin, Alemania, 1941-2010). La que estaba llamada a ser una de las fotógrafas más reconocidas dentro y fuera de Alemania, nacía en una Alemania que empezaba, antes de que la niña pudiera comprender qué sucedía en su país, pasando de ser un Imperio a convertirse en un país dividido y ocupado. A ella le tocó vivir en la RDA, la Alemania comunista. La adolescente que era en 1958 se preparó para dedicar su vida a la religión, cursando estudios durante dos años. Pero tuvo que empezar a trabajar en distintos lugares hasta que el destino la llevó de secretaria a la conocida revista Das Magazin. Allí se empezó a aficionar a la fotografía y en 1966 decide estudiarla.
A partir de ese momento, nacía la fotógrafa que generaría algunas de las imágenes icónicas de su ciudad y de su país, de su gente y también del resto del mundo, porque comprendió pronto que una fotógrafa debe ver todo lo posible, debe mirar el mundo y sacar de esa visión sus mejores imágenes, los destellos más personales, su propia visión. Ahora, su ciudad, Berlín, y el museo dedicado a los artistas de la ciudad, la Berlinische Galerie, le brindan esta exposición que reúne más de doscientas fotografías realizadas entre 1966 y 2010: toda su etapa activa y que se puede ver hasta principios del mes de octubre. Un gran homenaje que no sólo muestra la mayor parte de su trabajo, al menos el más significativo, sino que incluye 30 imágenes nunca mostradas anteriormente.
La moda es otra de sus facetas más conocidas, y también las fotografías de sus viajes por todo el mundo
Bergemann resistió la caída del muro, y una de sus más importantes series, Monumentos, muestra las dos caras de este proceso histórico: por un lado, las imágenes de esculturas y símbolos de la antigua Republica Democrática Alemana, muchos de ellos encargos oficiales, y la evolución de esos mismos monumentos tiempo después, a veces destruidas, otras fragmentadas, y casi siempre con presencia de la gente, los habitantes de una ciudad que Bergemann siempre tuvo muy presentes.
La moda es otra de sus facetas más conocidas, y también las fotografías de sus viajes por todo el mundo, y atravesando toda la presencia de la mujer, que es uno de sus temas preferidos, mucho más allá de la moda. También quedan evidentes sus influencias estéticas, entre las que sobresale la fotografía francesa de Eugène Atget y Édouard Boubat, y por supuesto en su círculo más cercano en Alemania, como Arno Fischer, que fue su maestro de fotografía y más tarde su compañero durante toda la vida, o su amiga y compañera Brigitte Voigt. También Sibylla Bergeman fue la fundadora de la agencia de fotógrafos Ostkreuzen, junto con sus compañeros Harald Hauswald, Ute Mahler, Werner Mahler, Jens Rötzsch, Thomas Sandberg y Harf Zimmermann. Una agencia independiente que, al estilo del modelo de Magnum, era regida y gestionada por los propios fotógrafos.
La exposición reconstruye la historia y la evolución de una artista hecha a sí misma, pero también se ve el desarrollo social y cultural de su país en sus imágenes
La exposición reconstruye la historia y la evolución de una artista hecha a sí misma, pero también se ve el desarrollo social y cultural de su país en sus imágenes, y sobre todo podemos comprender un poco más la mirada y la vida de una mujer que hizo de mirar su profesión, y que siempre dirigió una imagen amable, incluso protectora a su ciudad, a su país y a la gente. Y que siempre que podía también dirigía esa misma mirada a los perros.
(Sibylle Bergemann, en Berlinische Galerie, Berlín. Hasta el 10 de octubre de 2022)