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Arnö-Rafael Minkkinen. Detalle de Prague, 1989 Foster’s Pond, 2000. Courtesy Robert Klein Gallery, Boston

Automodelo e identidad quebrada

Ya sabemos que el modelo más a mano para el artista ha sido siempre él mismo: barato, bien dispuesto y obediente, cómo no, a las exigencias del creador. Bastaría con eso para explicar el incremento de autorretratos pictóricos y escultóricos, desde el Renacimiento en adelante, con su apoteósico colofón en la era de la fotografía. Pero una vez enunciada esta obviedad surgen muchas dudas y problemas conceptuales. ¿Qué (o quién) es lo retratado? El artista en general y el fotógrafo en particular dan por supuesto que retratan a quien está delante o frente a la cámara. Pero la idea misma de la existencia de un “modelo” contiene implícita la suposición de que ese ser no se representa a sí mismo sino a un otro más o menos imaginario. Modelo de algo o de alguien, es decir, encarnación ideal de un personaje o de un ser ajeno.

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Francesca Woodman. On Being and Angel, 1977. Cortesía Galerie Kamel Mennour, París
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Robert Mapplethorpe. Self-Portrait, 1985 © Robert Mapplethorpe Foundation Courtesy Art+Commerce Anthology, New York

Este asunto es muy antiguo y así nos lo recuerdan algunas historias legendarias de los creadores griegos, como aquella del pintor Zeuxis de Heraclea transmitida por Plinio el Viejo: el artista habría hecho posar a cinco muchachas de gran belleza para extraer lo más hermoso de cada una de ellas y componer así el cuerpo perfecto de Juno (o de Helena de Troya, según Cicerón). Otra leyenda es la de la cortesana Friné cuyo hermosísimo cuerpo habría servido a Praxiteles para dar forma a su versión de la Afrodita de Cnidos. La tradición renacentista y académica recogió bien estas ideas, y conocemos muchas anécdotas relativas al modo como modelos masculinos y femeninas, de todas las edades y condiciones, sirvieron para encarnar multitud de seres históricos o legendarios. Demasiado fuerte era esta pulsión como para que podamos hablar de la existencia de un género como el retrato sustentado sobre la supuesta imagen veraz y objetiva del otro. Podríamos decir, en consecuencia, que no ha habido ningún retrato digno de mención que no haya estado condicionado por la necesidad de que ese ser retratado encarne a su propio personaje, de que sea “modelo” de sí mismo.

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Nadar. Revolving Self-Portrait, 1865

Demasiado fuerte era esta pulsión como para que podamos hablar de la existencia de un género como el retrato

¿Y qué sucede cuando es el propio artista el asunto representado?…

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