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Cuando las formas se convierten en conceptos

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Sally Mann Hayhook, 1989 Courtesy Edwin Houk Gallery, New York

Lo que Miss Peel está diciendo realmente es que todo aquello que le resulta imaginativo, todo lo que no le es familiar, o simplemente todo lo que no le gusta, es peligroso

ARTS MAGAZINE, NUEVA YORK, MARZO DE 1956

En la evolución de la cultura hay algunas cosas que prácticamente no han cambiado desde el origen de la humanidad. Mientras llegamos a la Luna, Marte y descubrimos el origen de la vida, clonamos ovejitas e incluso niños para el futuro, seguimos sin poder curar un resfriado. Mientras los medios de comunicación revolucionan hasta la forma de hacer la guerra -uno de los deportes más habituales del hombre en toda su historia- y el arte se redescubre en mil facetas continuamente transformadas, la censura, el miedo a la libertad y la necesidad de poner límites a la imaginación, siguen tan vigentes y actuales como pudieron estar en la Edad Media. De hecho podríamos afirmar que la tan afamada Santa Inquisición se ha quedado anclada en el pasado no sólo en los métodos de tortura y humillación del individuo, sino también en esa absurda necesidad de callar a los que quieren decir las cosas de forma diferente, a los que buscan más allá de lo permitido, de lo habitual, de lo correcto. La evolución tecnológica junto con el desarrollo de los lenguajes de todo tipo, han ampliado notablemente las posibilidades de causar dolor y también de acallar y prohibir, eliminar, a aquellos que disienten de una forma u otra.

El problema de la censura es que ya casi nadie la quiere nombrar con este su nombre más sencillo y auténtico. Ahora las formas de censura se transforman, se travisten, en problemas económicos, en autocensura, en redefiniciones estéticas, o simplemente se habla de otros problemas que impiden que tal obra se exponga, que incluso se pueda producir, medidas que hacen que un artista cambie su opinión, que deje su país, que pueda dejar de ser un artista y se convierta simplemente en un funcionario. Aunque en algunos lugares todavía se castiga con la cárcel o la prohibición más pública y directa, en los países conocidos como desarrollados, democráticos, y otros adjetivos homónimos, los presupuestos oficiales, las adjudicaciones o negaciones de becas y apoyos a la creación pueden ser suficiente censura. O, más directamente, el mercado se encargará de pulir lo que se desvíe demasiado del cauce correcto. Aunque ese cauce correcto no siempre pueda parecerlo, porque es una verdad constatada que el cauce más adecuado hoy en día, el que el mercado y la crítica más distinguen, está centrado en una especie de provocación que, oculta en la mayoría de las ocasiones detrás del ingenio y la brillantez de los jóvenes artistas, un conformismo y unas ganas de entrar en el star system del arte y en lo más selecto del show business que anula cualquier crítica real.…

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