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Alfredo Jaar. Vista de la instalación The Sound of Silence (El sonido del silencio), 2006. [Milán, Italia, 2008; Ecole des Beaux Arts, París, Francia, 2011; Hobart, Australia, 2017]. Cortesía del artista

MUAC, el museo expandido

Pareciera que el problema con la integración de América Latina podría resumirse en el siguiente impasse: el país más grande de la región no se reconoce como latinoamericano (Brasil), y el segundo más grande está tan cerca de los Estados Unidos que vive mirando al norte y no al sur (México).

Esto hace de México un lugar interesante por contradictorio porque, por un lado, se siente como un país pan-latinoamericano, con una historia de generosidad y hospitalidad con el continente y que tiene, en la Ciudad de México, una de las grandes capitales de América Latina. Sin embargo, al mismo tiempo tiene una relación complicada con la región: está no solo muy al norte del sur, sino que además tiene sus relaciones con el subcontinente, en especial con Suramérica, bastante descuidadas —ya pasaron los años dorados en que México miró también hacia el sur y ejerció casi el monopolio de la cultura popular latinoamericana desde el cine de Pedro Infante y Dolores del Río en los 1930 y 1940 hasta la televisión de los años 1970 con programas como El Chavo del Ocho y las telenovelas de Televisa.

El factor por el cual la Ciudad de México se ha convertido en un referente central del arte contemporáneo es por lo sobresaliente de su escena artística

Por otro lado, en términos estrictos de arte contemporáneo la Ciudad de México es, quizá, la única ciudad que realmente se ha insertado en el circuito internacional desde hace ya algunos años. Y esto no se debe solo a su cercanía con los Estados Unidos, como pueden decir algunos —muchas ciudades en Canadá están también cerca de Nueva York y Los Ángeles y no ha logrado el sitial que tiene la capital mexicana— ni por el casi infinito repertorio cultural del país. El factor real por el cual la Ciudad de México se ha convertido en un referente central del arte contemporáneo es por lo sobresaliente de su escena artística, un complejo ecosistema donde coexiste un coleccionismo privado ya bastante maduro, las mejores galerías de la región (y algunas de las mejores del mundo), un impresionante número de artistas de todo tipo y edad produciendo in situ (desde los muy jóvenes hasta grandes maestros internacionales) en diálogo —a veces tirante y sordo, pero diálogo al fin y al cabo— con un importante contingente de académicos, curadores y profesionales del arte en universidades, centros culturales y revistas.

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