Sobre la mesa hay un trapo blanco. Ha sido dejado con descuido, como si se acabara de utilizar. Una jarra de arcilla se ha colocado boca abajo para dejarla secar cerca de tres platos y dos cuencos de cerámica también vueltos. A su lado, una cabeza de ajos parece esperar a ser machacada en el mortero metálico que tiene detrás. Encima, colgada por sus asas de la pared, una cesta recoge un paño blanco, demasiado, como son demasiado blancos el trapo y el ajo, hay que puntuar con luz. En el otro extremo, sosteniendo la composición, un recipiente de estaño se apoya sobre un jarro. El centro se ha dejado libre y lo ocupa una figura entre luces y sombras que agarra otra jarra, una más, y agacha la cabeza al apoyarse sobre el tablero, proyectando su perfil en el espacio en penumbra que la rodea. Una figura entre luces y sombras que se corresponde a la de una mujer mulata según indica el título –La mulata o La criada mulata– que se ha dado tradicionalmente a esta pintura, un título que en lo que de disciplinario tiene la atribución, pretende limitar el significado de lo que se está viendo y “blanquea” a su protagonista, tiene algo de blanca y algo de negra, dice. En algunas ocasiones, las menos, la figura ha quedado identificada con una mujer negra –La criada negra, se ha dado en llamar–, perdiendo su mitad blanca, la paterna casi con seguridad, tal y como mostraría ese arte combinatorio con pretensión de clasificación científica de enciclopedia ilustrada, en su doble sentido de ilustración, con minúscula, e Ilustración, con mayúscula, que suponía la representación de las razas en las tempranas pinturas de castas de la Nueva España del siglo XVIII; cuadros en los que todavía era rara la aparición de la unión de hombre negro y mujer blanca, como era extraña, apenas existente, esa relación en la España metropolitana de finales del siglo XVI, en la que la pureza de sangre se dejaba al cuidado de las mujeres como una forma más de control, y en la que la esclavitud era un estado que pasaba de madres a hijos aunque el padre fuera libre.
Sin embargo, ahora, al óleo se le ha preferido titular como Escena de cocina o así, al menos, aparece en la cartela –la que actúa como un certificado de autenticidad, como documento de autoridad– del museo estadounidense, The Art Institute of Chicago, en el que se guarda el cuadro.…
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