“Latinx”, frontera e identidad
JOSÉ: Pareciera que después de muchos años de trabajo de curadores como tú del otro lado de la frontera se ha establecido una presencia mínima pero importante de los “Latinx” dentro del mundo del arte contemporáneo en los Estados Unidos. Sin embargo, la pregunta que quiero hacerte ahora es, ¿qué pasa de este lado? ¿Qué pasa con la producción cultural y artística de los migrantes en la imaginación de América Latina? No solo debemos pensar, creo, en los 50 millones de latinos en los Estados Unidos, sino también en los millones que hay en Europa, Canadá y ahora en Australia y otros lugares del mundo. ¿Cómo se ve esa producción cultural en México y en América Latina? Es decir, ¿hay un espacio para ellos? ¿Son entendidos como artistas latinoamericanos y hay un espacio para ellos en el espectro de las artes latinoamericanas? O, ¿acaso siguen siendo considerados, como decía Octavio Paz, “gente con dos cabezas” o “híbridos”, que no son ni una cosa ni la otra y por lo tanto su producción artística no es relevante? ¿Tú crees que aún se tiene la idea en América Latina de que los migrantes no conforman el modelo del gran intelectual o artista cosmopolita y por ende su producción artística no sería interesante?
LUCÍA: Siempre he tratado de hacer una práctica curatorial situada en la experiencia que es más cercana a mí. Cuando eres migrante, como lo he sido yo toda mi vida, uno no habla desde el mainstream o desde la cultura hegemónica. Por ello, trabajando en el circuito de Tijuana y San Diego en California, era muy clara mi labor en relación con los Latinx y a toda la población “fronteriza” de la cual yo también era parte. Es por ello por lo que, de hecho, me identifico más como una persona fronteriza, aunque no soy de la frontera per se. Mudarme en el 2003 a Tijuana me hizo entender la distancia que hay entre ser una persona fronteriza y ser un sujeto de la Ciudad de México, o de Jalisco, donde nací.
Además, allí yo entendí y aprendí mi labor como la de una mediadora entre las dos culturas y esta fue, de cierta forma, la labor más sencilla que tuve. Al acabar viviendo en la frontera entre México y Estados Unidos, trabajando en una institución americana, pero viviendo en Tijuana, debía cruzar a diario la frontera.…
Este artículo es para suscriptores de ARCHIVO
Suscríbete