post_type:texto_central
Array ( [0] => 84350 [1] => 84351 [2] => 84352 [3] => 84353 [4] => 84354 [5] => 84355 ) 1
size_articulos_ids: 6
Current ID: 84355
Current pos: 5
Articulo anterior: Joel-Peter Witkin
nextRevistaNum: 19
Revista siguiente: EXIT 19 Viajes84465
Articulo siguiente: La vuelta al día en ochenta mundos
prevID: 84354
nextID: 84468
anterior

La “puesta en escena” del objeto

siguiente

Pere Formiguera. Natura morta (Naturaleza muerta) según Francis Picabia, 2004. Fotografía b/n y pintura sobre papel acuarela Imagen: 59 x 41 cm Papel: 76.5 x 61 cm Cortesía del artista

Ayer y hoy

“Situar” los objetos sobre el plano de apoyo es, en el fondo, un “mostrarse”.

Esta es la fórmula abreviada para decir que una naturaleza muerta, realizada en pintura o en fotografía, es una especie de autorretrato disimulado porque es la imagen elocuente de cómo se juzga el mundo, aunque esté restringido sobre todo al interior de una habitación, con frecuencia el propio estudio, cargado con los rastros del propio quehacer.

Illustration
Saverio Lucariello. Vanitas avec abat-jour, 2004. Epreuve chromogène, 122 x 162 cm. Courtesy Galerie Georges-Philippe et Nathalie Vallois, Paris
Illustration
Saverio Lucariello. Vanitas aux fleurs et pastèques, 2000. Epreuve chromogène, 70 x 100 cm. Courtesy Galerie Georges-Philippe et Nathalie Vallois, Paris

En esta ocasión se han recogido diversas experiencias fotográficas contemporáneas de un abanico cronológico también significativo, pero orientado sustancialmente a la actualidad, en torno a un género de la fotografía, el Still-life, que, al igual que en el pasado en el mundo de la pintura, prevé visitantes ocasionales y especialistas.

Por decirlo de algún modo, la fotografía es un instrumento de dimensiones variables, se puede miniaturizar en un minimal o adquirir las dimensiones ambientales del cartel publicitario al aire libre: este cambio de escala del producto acabado depende evidentemente de la naturaleza de la matriz, el negativo, que se puede convertir en positivo de diferentes modos. Esta observación puede ser interesante si se tiene en cuenta que el retrato del objeto inanimado siempre tiene necesidad de un indicador que determine su escala con respecto a la realidad. Por convención, la figura humana goza de esta cualidad: más aún, su dimensión es medida, con excepción de una lección surrealista, para el ambiente que la circunda; por el contrario, el objeto puede sufrir distorsiones desconocidas que van desde la miniaturización hasta el agigantamiento hipertrófico.

Illustration
Evelyn Hofer. Pewter Pitcher with Rose (Still life No 8), 1997. Dye Transfer, 60 x 50 cm. Courtesy Galerie m-Bochum, and Steidl Publishers, Göttingen, Germany

Mi intervención sobre la representación del objeto inanimado viaja con una mirada en la coyuntura barroca, a caballo entre los siglos XVI y XVII, lugar de origen del género autónomo de la naturaleza muerta, y otra, posterior, de relectura en función de la investigación fotográfica de hoy. Las diversas soluciones de encuadre y disposición de la decoración que se suceden en el transcurso de la historia, de la que se quiere reflejar una trayectoria resumida, se convierten en elecciones actuales a los ojos del fotógrafo de hoy, y pierden en consecuencia el poder plantearse como soluciones posibles.…

Este artículo es para suscriptores de ARCHIVO

Suscríbete