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¿La materia es esto?

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Darío Escobar. Quetzalcoatl, 2003. Foto: Isaac Martínez. Cortesía del artista

Asediados por los cada vez más abundantes posicionamientos teóricos en torno a la materialidad, académicos, críticos, teóricos e incluso ahora también gestores de instituciones culturales intentan subirse a un carro particularmente esquivo y complejo. En el peor de los casos lo hacen siguiendo acríticamente los senderos de los discursos que han encontrado en alguna lectura o conferencia y sin cuestionarse por supuesto qué es entonces eso de la materia, y sobre todo, qué problemática material hay en su propia práctica. Lo importante, como siempre, es la etiqueta: que la palabra MATERIA (y a ser posible también su dimensión política) aparezcan en el título: porque al parecer se lleva y porque parece importante. De hecho, ¿no son reflejo de su importancia los propios museos y el mercado del arte?

Resulta que la mayoría de teóricos del arte no tiene un contacto directo con la dimensión material de éste. Resulta que nunca se han pringado el traje con resinas epoxídicas, no suelen dedicarse a experimentar con la resistencia o sonoridad de tal metal, no precisan estar al día de los precios de los materiales ni de la facilidad para conseguirlos, no suelen necesitar nociones de física, química o biología muy elaboradas, y conocen el vocabulario de herramientas muchas veces por los libros que han leído. Resulta que, solo en casos excepcionales, han tenido la oportunidad de estar trasteando en talleres y laboratorios de artistas durante procesos de creación. Como resultado tenemos este tradicional panorama dominado por la visualidad, donde los cuadros son imágenes (bidimensionales) y las esculturas objetos a los que conviene dar una vuelta alrededor, ahora esquizofrénicamente intentando articular proclamas sobre cuerpos, objetos y materias. A una distancia lo suficientemente amplia como para constituir un ámbito de conocimiento diferente de aquel que alimenta los procesos más físicos de creación artística, la historia del arte, la crítica cultural, los textos comisariales y museológicos son, prioritariamente, narraciones y discursos mentales. Irónicamente, pienso ahora, quizá al final tienen razón: por reducido que parezca pueden aferrarse a ese esquivo territorio de materialidad que encarnan los procesos mentales y los afectos para hablar de epistemologías de la materia.

Tras muchos años maldiciendo esta situación —y recientemente volver a comprobar en las jornadas neomaterialistas organizadas en diciembre de 2018 en la Universidad de Barcelona que se puede ser una neomaterialista de pro desde la pura especulación teórica sobre el arte sin evidenciar el más leve rayajo de incoherencia en el discurso—, hoy he querido ponerme de ese otro lado para, al menos, enriquecer esta reflexión.…

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