Uno de los momentos más brillantes de toda la filmografía de Godard es cuando Jean-Paul Belmondo, en Pierrot le Fou, y mientras conduce un descapotable junto a una amiga, ésta le pregunta extrañada: ¿Con quién hablas?, a lo que Pierrot, contrariado, responde: con el espectador, ¿no lo ves?, para de nuevo girándose hacía la cámara, y mirándonos, exclamar: ya les decía yo, nunca se entera de nada… Probablemente ésta situación -por lo que tiene de desplazamiento y conquista (casi un gran angular ideológico) de los límites de la ficción en tanto que representación de una dialéctica de lo históricamente contingente- sea la más inteligente y hermosa de todas aquellas acciones que, directa o transversalmente, inciden en la idea de cómo construir una realidad afirmativa (culturalmente afirmativa, queremos decir) bajo el disfraz (divertido o grave, tanto da) de una práctica discursiva crítica, o, insistimos, “afirmativa”, aquí adoptando nosotros la concreta entonación de Marcuse al respecto cuando éste observa que todo el arte y la cultura tienden a ser afirmativos, malgré eux.
…esa espantosa superposición de la realidad…
MALCOM LOWRY
Jürgen Klauke. Transformer, 1973 3 fotografías color 120 x 100 cm cada una Cortesía Galería Helga de Alvear, Madrid
No erraríamos demasiado si dijéramos que la inmensa fábrica de afeites y cosmética en que se ha convertido (transfigurado) la práctica artística contemporánea se puede resumir en una simple y banal frase expresada, paradójicamente, en una admirable y compleja película, Hiroshima, mon amour, escrita por Marguerite Duras y filmada por Alain Resnais en 1959. Así, y a lo largo de toda la filmación, escuchamos como una letanía la doble expresión, afirmativa una, acusatoria otra, que mutuamente se lanzan el superviviente japonés y la profesora francesa: “He visto todo / No has visto nada”. Cul de sac, efectivamente, de una dialéctica privada e íntima impulsada a desvanecerse en la contingencia materialista de la Historia.
…En cuanto olvidamos que la ficción es ficticia incurrimos en un retorno al peor de los mitos.
FRANZ KERMODE
Este artículo es para suscriptores de ARCHIVO
Suscríbete