Sobre la obscenidad
«Je pense comme une fille enlève sa robe. À l’extrémité de son mouvement, la pensée est l’impudeur, l’obscénité même».
Georges Bataille. Méthode de Méditation, 1947
Los términos morales que nombran aquello que en nuestra vida en común es digno de alabanza o reprobación suelen tener la particularidad de imponer su evidencia a la vez que nos escamotean su pasado. Y sin embargo, pesa sobre ellos siempre, para bien o para mal, la autoridad del pasado imaginario que tiene lo obvio, lo natural, lo razonable. En tanto que de autoridad se trata, cabe obedecerla o no, cabe transgredirla tanto como acatarla, y también acatarla fingiendo transgredirla o viceversa, y etcétera. Y sin embargo, en cualquiera de las opciones, la certeza que delimita lo reprobable de lo estimable sigue manteniendo su obviedad, tenaz. El trabajo reflexivo que, desde Nietzsche, reconocemos con el nombre de genealogía se da como tarea precisamente sacar a la luz el pasado escamoteado de nuestras obviedades morales. Mostrando el vacilante sustrato amoral sobre el que se sustentan las convicciones morales del presente, Nietzsche cumple con el ideal emancipador ilustrado de combatir la superstición y los oscurantismos, llevándolo hasta uno de sus puntos más extremos. Pero no sólo. Su trabajo no puede detenerse en el momento del análisis, en la denuncia de las mil y una imposturas de las que se nutren las tomas de posición del presente. Cuando uno mira al abismo, al cabo de un rato es el abismo el que te mira a ti –dejó escrito. Y algo de eso ocurre con la genealogía, como si fuera imposible llevar a cabo una historia efectiva de nuestras obviedades morales sin la amenaza constante de perder pie. Cualquier intento de genealogía de la noción de obscenidad cae de lleno en estas dificultades, comenzando por su misma definición. La sarta de (presuntos) sinónimos del término ya es suficientemente indicativa de su imprecisión: erótico, escabroso, escandaloso, impúdico, indecente, indecoroso, lascivo, licencioso, lúbrico, pornográfico, procaz, sicalíptico… Aunque, gracias a su aparente objetividad, la noción de obscenidad se ha ido imponiendo como dominante, conserva en mayor o menor medida la disparidad de matices que le brindan sus sinónimos, flotando a su alrededor. A ello cabe añadir otra dificultad, derivada muy probablemente de la objetivación jurídica del término que varía según la tradición en la que se inserta.
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