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Fundamento del espejo

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Alfredo Jaar. 1+1+1, 1987. Instalación, 125 x 480 x 180 cm., Art Institute of Chicago. Cortesía Galería Oliva Arauna, Madrid.

Yo seré tu espejo

Reflejaré lo que eres por si no lo sabes

Deja que me quede para demostrarte que estás ciego

Me resulta difícil creer que desconozcas

Toda tu belleza

Yo seré tu espejo

Reflejaré lo que eres

I’LL BE YOUR MIRROR, LOU REED, “THE VELVET UNDERGROUND“, 1967

En el principio era el espejo. Hay desde siempre una plata viva dispuesta, abierta a una presencia, al paso sigiloso y a la contemplación pausada del bulto entero del cuerpo, de la consulta atenta del rostro al rostro, de una mano que se acerca a su doble y ve que los otros dedos, los del otro lado, aproximan las yemas a las yemas en un tacto intimísimo y a la vez en el más distante, condenadamente ajeno, de los encuentros. Este es el destino del espejo. Acechar una caza mayor que sin él no sabría de sus límites ni su volumen, de su consistencia ni de su alma. Esta es la primera lección de los espejos solos, abandonados, de los espejos sin miradas que les devuelvan su mirada de laguna que espera.

Illustration
Urs Lüthi. I’ll be your mirror, 1972. Fotografía sobre lienzo 100 x 95 cm. Colección privada. Cortesía del artista.

El espejo tiene la ambivalencia de los verdaderos elementos de nuestra cultura: es un objeto banal, simple como un rectángulo enmarcado en plástico que se ensarta en un clavo de una pared blanca de casa baja de ferroviario y ante él se afeita el hombre, pero también recibe de la mujer miradas más pausadas, con gestos de acercamiento y retirada, con dedos que ahuecan o estiran las guedejas del peinado, captura la fijeza del ojo que se busca y despeja una impureza, un pelo menudo, de la mano que traza una línea en ángulo o en labio.

Esa es su cara trivial, la que el mercado acoge y reviste de toda suerte de envoltorios y subrayados: espejitos gitanos enmarcados en el barroco espontáneo de las conchas y las caracolas, espejos con guardas de pan de oro o de plata labrada, espejos modernistas con cantos de espejo; óvalos o rectángulos, tondo o estrella; exacerbación del espejismo en los juegos de espejos venecianos; espejos como relojes… Pero en medio de esa cara, a través de ella, se abre un abismo insoportable.

El espejo es la evidencia misma de lo siniestro que nunca se deja domesticar.…

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