La posibilidad de captar el movimiento mediante la fotografía no fue posible hasta medio siglo después de su invención. Los avances de la técnica fotográfica en las primeras décadas iban precisamente encaminados a reducir el tiempo de exposición de las tomas para poder representar el mundo de manera más real e inmediata, sin esos fantasmagóricos cuerpos que se desvanecían inevitablemente en los primeros daguerrotipos. Si recordamos una de estas primerísimas imágenes de la historia de la fotografía de una calle parisina, View of the Boulevard du Temple de Louis-Jacques-Mandé Daguerre en 1838, nos sorprende la quietud de la calle en pleno día, pero no es que no hubiera vida en la calle, es que la cámara y el tiempo de exposición de la toma no permitían fijar en el soporte cualquier cosa que estuviera en movimiento. Aunque fueran necesarias varias décadas para lograrlo, hubo notables intentos de fijar el movimiento o, mejor, la acción, como intentaba transmitir el también pintor Charles Negre con sus Tableaux, Chimney-sweeps Walkings de 1851-52 —imágenes compuestas que fueron muy alabadas por su realismo, por la realidad de la pose—. Por vez primera, sus contemporáneos creían estar ante un sorprendente movimiento congelado por la cámara, un forzado intento de lo que luego sería la fotografía instantánea. La necesidad de permanecer inmóviles hacía que los retratos fueran hieráticos y artificiales, lejos de la gracia, naturalidad y profundidad que aportaba la pintura. Incluso en los retratos de uno de los más grandes retratistas de todos los tiempos, Nadar, si hay un retrato que tiene vida y nos conmueve especialmente es el de Charles Baudelaire, levemente movido pero fallido desde el punto de vista técnico.
Habrá que esperar hasta la década de 1880 para que la introducción de la gelatina de bromuro de plata, muy sensible, permitiera acceder a otra categoría de instantaneidad, la que corresponde a tiempos de exposición de 1/100 o 1/500 de segundo, controlados por otro tipo de aparatos sobre la cámara oscura: los obturadores. El resultado interfiere en la precisión de la representación, una imagen fija y nítida sin desenfoque, que permite que el objeto que está en movimiento parezca detenido. Las mejoras técnicas se suceden sin parar en estos años y, en prácticamente una década, el problema está resuelto, aunque las aspiraciones y logros que ahora admiramos como maravillosas fotografías se movían más en el campo de la investigación y la ciencia que en el de la fotografía artística.…
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