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Fábricas de Identidad (retóricas del autorretrato)

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Nan Goldin. Nan and Brian in Bed, 1983 Cortesía Colección Ordóñez-Falcón de Fotografía

Paradójicamente, la reconceptualización de la identidad como un efecto, es decir, como producida o generada, abre posibilidades de “capacidad de acción” que quedan insidiosamente excluidas por las posiciones que consideran que las categorías de identidad son fundacionales y fijas

JUDITH BUTLER, EL GÉNERO EN DISPUTA

La articulación entre el espectador y el espectáculo se concibe de esta manera como una relación interna. De hecho, los dos puntos en el circuito de articulación aquí privilegiados -el espectador y el espectáculo- se ven de forma mutuamente constitutiva. Ambos están implicados el uno en el otro; ninguno de ellos podría existir sin el otro. El sujeto está, en parte, formado a través de lo que ve y cómo lo ve, y de cómo está construido su ‘campo de visión’. De la misma manera, lo que se ve -la imagen y su significado- se entiende no como algo fijado internamente sino relativo e implicado en las posiciones y esquemas de interpretación que se le aplican.

Los discursos visuales ya tienen posibles posiciones de interpretación (desde la cual ‘tienen sentido’) incrustados dentro de ellos, y los sujetos traen sus propios deseos y capacidades sujetivas al ‘texto’ que los capacitan para tomar posiciones de identificación relacionados con su significado. Es este ‘pequeño sistema’ (compuesto, como fuera, de dos momentos interdependientes aunque relativamente autónomos) que ‘produce significado’. Procede de este argumento que no se puede ver ‘el significado’ de la imagen como algo fijado, estable o unívoco a través del tiempo y las culturas. Además, el propio sujeto no es una entidad completa sino algo que se produce, a través de procesos complejos e inacabados que son sociales y psíquicos -un sujeto en proceso.

STUART HALL, VISUAL CULTURE: THE READER

Uno de los más inteligentes anuncios publicitarios de los últimos tiempos, -de Iberia, por qué no decirlo- explicaba cuál era el verdadero trabajo de la línea aérea: poner a millares de personas, de usuarios de sus servicios, “en contacto con su destino”. No ya volar de un lugar a otro o facilitar el desplazamiento de los ciudadanos por las ciudades de la tierra, sino sobre todo ayudar a cada cual a “encontrarse a sí mismo”. Por decirlo de otra forma: los suyos no serían viajes geográficos, territoriales, espacializados, sino, y sobre todo, viajes vitales, psíquicos (la psicogeografía expropiada al situacionismo, para beneficio de su más odiado/temido vecino, la industria turística ).

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