“Cuando los francotiradores, como ocurre en Sarajevo, no disparan a quienes cruzan a toda prisa la calle, evitando cuidadosamente colocarse en su punto de mira, sino a quienes caminan con calma, negando la autoridad de su fuego traicionero, la realidad se convierte en algo tan grotesco que desafía la imaginación”.
CLAUDIO MAGRIS, INTRODUCCIÓN A MASCHERE PER UN MASSACRO, PAOLO RUMIZ, 2000
Un grupo de hombres de uniforme lleva cruelmente atados de unas correas a un desafortunado grupo de hombres y mujeres jóvenes, mientras marchan al ritmo de atroces canciones del régimen en las que van intercalando órdenes ofensivas, proferidas con tono lascivo. Las víctimas están desnudas. Las obligan a caminar a cuatro patas y a ladrar como perros. Las alimentan con restos de comida lanzados al suelo o en cuencos mugrientos. Para diversión de los infames torturadores, algunos bocados están rellenos de clavos.
En 1975, más exactamente de marzo a mayo, Pier Paolo Pasolini rodó Saló o los 120 días de Sodoma. El filme sigue el orden absoluto y preciso de construcción de la novela del Marqués de Sade. Pasolini yuxtapone la Ilustración al año 1944 en Saló, durante el anárquico experimento de la república fascista sin pueblo, un estado oligárquico puro que sobrevivió a su propia derrota. El poeta muestra la amargura y la decepción que le causan los acontecimientos de Italia: “Todo el mundo en Italia siente el degradante impulso de igualarse con los demás en cuanto al consumo, la felicidad, la libertad, porque ese es el orden inconscientemente recibido que hay que obedecer para no sentirse ‘diferente’. La diversidad nunca había sido un pecado tan espantoso como en esta época de tolerancia. De hecho, no se ha alcanzado la igualdad, se trata de una falsa igualdad otorgada por la abundancia”.
…“Casi ninguna actividad humana posee una esencia tan social como la guerra moderna.
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