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De objetivos públicos (y objetos privados)

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Fragmento de: Magali Lara. Y ver si se puede proyectar en un espejo (6), 2014. Cortesía de la artista.

En septiembre del 2011, cuando se suscitó el movimiento Occupy Wall Street, muchos de aquellos que vivimos en Nueva York nos dimos cuenta de algo que parecería una obviedad pero que quizás no era claro sino hasta ese momento: el concepto de lo “público” en ésta y muchas otras ciudades es relativo. Las protestas de Occupy Wall Street tomaron lugar en Zuccotti Park, un espacio “público de propiedad privada”, una designación que describe espacios que pertenecen a un individuo o individuos pero que debe de estar abierto al público bajo ciertas reglas establecidas por la ciudad (El plantón de Occupy Wall Street no habría perdurado en un espacio controlado por la ciudad). De cualquier forma, el incidente puso muy en claro que, en el proceso de décadas de adecuar la ciudad para el comercio, no existe ya un espacio público para hacer una manifestación o protesta.

De la misma manera en que el espacio público de protesta se ha ido erradicando, la configuración económico-política del mundo del arte ha comenzado a influir la manera en que el arte que verdaderamente incomoda no ocupe un espacio demasiado prominente o explícito. Esta tendencia tiene una historia: ya en 1971, Hans Haacke produjo una famosa obra para una exposición individual el museo Guggenheim, mostrando fotografías e información de unos 70 edificios de propiedad de la familia Shapolsky en el Lower Manhattan. La exposición fue cancelada por el director del museo, Thomas Messer— se supone que por el temor de Messer de ofender a la poderosa familia Shapolksy. De cualquier forma, el argumento de Messer en aquel momento, nos suena hoy aún más increíble: el director argumentó que obra no era apropiada porque la misión del museo “excluye el involucrarse activamente hacia fines sociales y políticos.”

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Magali Lara. Y ver si se puede proyectar en un espejo (6), 2014. Cortesía de la artista.

Casi medio siglo después, la obra de Haacke, parece ejemplificar el problema del quehacer artístico hoy en día, no sólo en Nueva York sino a nivel global: nuestra dependencia casi total como gremio de la iniciativa privada, y el atenernos a sus exigencias, produciendo obra que se autocensura o se modifica para no incomodar directamente: es decir, el acomodar el discurso público del arte dentro de los parámetros que le acomodan a la iniciativa privada.

El resultado de la influencia del mercado privado en el arte no es muy distinta de la manera en que opera en la economía en general

El resultado de la influencia del mercado privado en el arte no es muy distinta de la manera en que opera en la economía en general.…

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