(notas sobre el rigor de la insignificancia en la post-academia moderna)
“afectado, pretencioso, presumido, pedante, entonado, redicho, fantoche, teatral, almidonado, engomado, peripuesto, estirado, gomoso, pisaverde, lechugino, currutaco, ñoño, narciso, extravagante, vulgar, ordinario, finolis, pije, relamido […] acaramelado, almibarado, merengue, empalagoso, meloso, azucarado […] lacrimógeno, chillón, estridente, relumbrón […] recargado, exagerado, pachanguero y descompensado […] recargado, relamido, sofisticado, hipertrofiado, exagerado, desproporcionado […] amanerado, afeminado […] inelegante, grotesco, vulgar, destartalado, hortera, pusilánime, mogigato, cutre, marujón, presuntuoso, petulante, dandi, sob, gomoso, encopetado, empingorotado, endomingado o emperifollado […] kitsch, camp, naif, decadente, rococó, barroco, retro, churrigueresco”1AGUILA, Gonzalo (2001), ”El léxico en lo cursi” en MONTOYA, Mª. Isabel (ed.), Jornadas sobre moda y sociedad. Las referencias estéticas de la moda. Granada, Universidad: pp. 9-18.
Algo habrá ocurrido entre el grito primal del cazador recolector del paleolítico y la publicación del “Diccionario de la buena educación o exposición de palabras cultas y escogidas para poder expresarse en un lenguaje selecto, florido y elegante”2GÓMEZ de SOTOMAYOR, Pascual (1872). Madrid, Librería Villaverde., que coincidió con la introducción del término cursi en el Diccionario de la Lengua Española. Han pasado casi dos siglos desde la primera vez que se pronunció y se escribió —con cursiva— la palabra cursi3A pesar de su poca historia, no existe unanimidad sobre su origen, aunque sí sobre la preocupación por los valores estéticos en las sociedades del XIX cada vez más socializadas e industrializadas, que creó un clima de interés alrededor de categorías peyorativas ligadas al gusto. Tal y como sucedió en Alemania alrededor de la noción de “kitsch”, en España proliferó un interés por lo “cursi”. Término, según algunos, de origen marroquí, derivado de la silla o cátedra (Kursí); según
otros, variación de un sainete que recordaba dos remilgadas hermanas hijas del sastre francés Tesi Court, o “reticursio”, afincado en Sevilla, y según otros, término derivado del gusto afectado por la caligrafía inglesa –cursiva– considerada un rasgo de elegancia imitado siempre que se quería emular elegancia o riqueza por encima de las posibilidades que su clase social permitía. En efecto, proliferaron desde mediados del XIX, obras de teatro, coplillas y ensayos sobre lo cursi, desde el retrato de “Un cursi” (La Estrella, Cádiz, 25 de Diciembre de 1842), firmado por un enigmático R. hasta la “Filocalia o arte de distinguir a los cursis de los que no lo son. Seguido de un proyecto de bases para la formación de una hermandad o club con que se remedie dicha plaga”, en 1868, por Santiago Liniers y Francisco Silvela (Madrid, Fortanet); desde “La vida cursi”, en 1892, por Taboada (Madrid, Fernando Fe) a “Las niñas cursis” en 1921 (Fernando Castar Palomar.…
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