Nuevas constelaciones gráficas
A finales de la primera década de los 2000, la constante tensión entre la alta y baja cultura tomó un inesperado camino cuando surgió, en el ámbito del cómic, el término “novela gráfica”. Como etiqueta comercial, frente a historietas o tebeos, que era como se solían llamar en España los cómics, funcionaba muy bien. Y llevaba implícita, además, el final de un período, como si las historietas, cien años después, hubieran alcanzado la madurez y pudieran abarcar nuevos temas que no fueran única y exclusivamente los superhéroes, los melodramas y las tiras cómicas. A partir de ese momento se abría un gran valle en el que había un vasto espacio para la experimentación y para abordar historias mucho más personales… a pesar de que faltaba una perspectiva más profunda con los temas que trataban los autores y autoras emergentes, y, sobre todo, su nueva consideración como artistas desde un enfoque de género. Al fin y al cabo, la novela gráfica era una nueva forma artística seria, comprometida con su tiempo y digna de estudio, y eso debía significar más que una mera revisión, ¿no?
Lejos ha quedado, supuestamente, la trillada asociación entre lo femenino y las emociones
Aunque esa mirada más crítica se ha dilatado más de la cuenta, en estos últimos años se ha producido un mayor reconocimiento hacia las autoras de novela gráfica. Lejos ha quedado, supuestamente, la trillada asociación entre lo femenino y las emociones, usada fundamentalmente como método de infravaloración. Aunque sigue presente en algunos casos; por citar un ejemplo, el Museo ABC organizó en su sede la muestra María Hesse. Tinta y sensibilidad (2018), en cuyo texto curatorial se asocia el trazo de Hesse a lo “ingenuo y femenino”. Y eso que Hesse (Huelva, 1982) alcanzó un gran éxito con Frida Kahlo. Una biografía (Lumen, 2016), en la que revisitaba desde una perspectiva desmitificadora la obra de la artista. Desde entonces, su obra, muy ligada a la ilustración, ha ido profundizando en los arquetipos y límites que rodean a la mujer, como muestra su última publicación, El miedo (Lumen, 2024).
Unos años más tarde, Marta González Orbegozo y Josefina Alix organizaron junto al Museo ABC la exposición Dibujantas. Pioneras de la ilustración (2020-2021); la muestra, visible en el Museo Pablo Gargallo reunía, con un marcado carácter histórico, a cuarenta de las ilustradoras que colaboraron en los medios ABC y Blanco y negro durante un siglo, como Maruja Mallo (Viveiro, 1902 – Madrid, 1995) o Viera Sparza (Zaragoza, 1908 – Madrid, 1987). Desde este punto de vista, otra muestra reciente que ofreció una panorámica colectiva de las décadas anteriores fue ¡Mujercitas del mundo entero, uníos! Autoras de cómic adulto (1967-1993) (2023), organizada por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y comisariada por Guillermo Cobo y Alberto Medina, que se desarrolló en el Espacio D de la Biblioteca. Entre otras, recogía la obra de Laura Pérez Vernetti (Barcelona, 1958), Montse Clavé (Villamartín, 1946) o Marta Guerrero (Madrid, 1965).
Recientemente han tenido lugar exposiciones que, de una forma más directa, se han centrado en las nuevas generaciones de autoras
Siguiendo este recorrido por exposiciones recientes sobre autoras, han ido celebrándose otras que, aparte de tener esa perspectiva revisionista, han puesto un mayor énfasis en la comparación del cómic con el arte elevado. Es el caso de El arte en el cómic (2016), comisariada por Asier Mensuro, que tuvo lugar en el Espacio Telefónica de Madrid. Esta se inspiró en el proyecto de 2005 de Fabrice Douar (editor en el Museo del Louvre) y Sébastien Gnaedig (director de la editorial Futuropolis), quienes rastrearon las referencias al museo en los cómics, y también realizaron encargos a historietistas concretos. Si bien el cómic estaba, por fin, a la altura del resto de las artes, que fuera por estas citas, y no por sí mismo, e incluyera un porcentaje de autoras reducido, dio como resultado una propuesta desigual. Por su parte, tenemos Cómic. Sueños e historia (2022-2023), comisariada por Bernard Mahé y 9e Art Références para las sedes de Madrid, Barcelona, Sevilla y Valencia de la Fundació La Caixa. En esta, aparte de ensalzar el valor del cómic como noveno arte, se incluían obras de Ana Galvañ (Murcia, 1975) o María Medem (Sevilla, 1994), entre otras, que comparten la preferencia por el surrealismo y lo fantástico y, a su modo, dinamitan desde lo underground las paletas de colores y la organización clásica de las viñetas en su búsqueda formal de nuevas formas de expresión.
Galvañ utiliza degradados, tonos pasteles y formas geométricas para explorar constantemente la estructura de la página, como en Pulse enter para continuar (Apa Apa Comics, 2018) o Tarde en McBurger’s (Apa Apa Comics, 2020); además, entre los años 2017 y 2019 comisarió el ciclo expositivo La ciudad en viñetas de CentroCentro Cibeles, en el que cada tres meses un autor gráfico presentaba su aproximación a algún aspecto de la ciudad. Por otra parte, Medem utiliza colores saturados que contrastan entre sí y crean paisajes oníricos en los que la mirada se pierde. Con Cénit (Apa Apa Cómics, 2019), su primera obra, obtuvo el Premio a la Autora Revelación del Salón del Cómic de Barcelona y el I Premio de la Asociación de Críticos y Divulgadores de Cómic de España a Mejor Autor/a Emergente. Recientemente ha publicado Por culpa de una flor (Apa Apa Cómics y Blackie Books, 2024), obra con la que continúa adentrándose en la capacidad evocadora del cómic.
De forma decisiva, recientemente han tenido lugar exposiciones que, de una forma más directa, se han centrado en las nuevas generaciones de autoras, lo que ha contribuido a confirmar su talento. Constelación gráfica. Jóvenes autoras de cómic de vanguardia (2022-2023) estuvo ubicada en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), y reunió a nueve autoras: Bárbara Alca (Palma, 1990), Marta Cartu (1989), Genie Espinosa (Badalona, 1984), Ana Galvañ, Nadia Hafid (Tarrassa, 1990), Conxita Herrero (El Prat de Llobregat, 1993), María Medem, Miriampersand (Madrid, 1985) y Roberta Vázquez (Santiago de Compostela, 1989). La propuesta, comisariada por Montserrat Torres, contenía varias novedades que rompían el esquema expositivo tradicional: las obras gráficas no se disponían solamente enmarcadas en la pared, como una obra artística tradicional, sino que formaban instalaciones con las que el público podía interactuar. Tampoco había un eje en común más allá de la edad, lo que creaba un espacio idóneo para la diversidad de lenguajes sin forzar ningún estilo o punto de vista. Igualmente, la muestra recorría, en la primera parte, los circuitos más independientes: el underground, los fanzines, las autopublicaciones, etc., que es una de las vías principales para darse a conocer.
Desde este ángulo, Vázquez y Hafid comparten la introducción de nuevas temáticas en el cómic nacional, conectadas entre sí por lo autobiográfico y la necesidad desesperada, urgente y solitaria de encontrar un lugar en el que reconocerse. En sus fanzines y obras, Socorro (Apa Apa Cómics, 2021) y Casa desastre (Blackie Books, 2024), Roberta Vázquez habla de la falta de responsabilidad social y la precariedad laboral y la falta de recursos, sobre todo si está relacionada con el mundo creativo y el trabajo freelance. Los protagonistas, normalmente frutas y vegetales, son no obstante demasiado humanos cuando hablan de los problemas que cualquiera podría tener, y los delirios o ideas extravagantes que tienen al intentar huir de esa realidad. Por otro lado, el estilo de Nadia Hafid, más minimalista y de línea fina, concentra el peso de la narración en lo gráfico, estructurado normalmente en la clásica distribución de tres viñetas por fila. En El buen padre (Sapristi, 2020), con el que recibió el III Premio al Mejor Autor/a Emergente de la Asociación de Críticos y Divulgadores de Cómic de España, cuenta la desestructuración de una familia. Mientras que en Chacales (Sapristi, 2022) habla del Trastorno Explosivo Intermitente (TEI) y la dificultad para controlar las emociones, con la que obtuvo el Premio Ojo Crítico en la categoría de cómic de 2022.
A medio camino entre la revisión histórica y el impulso de las nuevas generaciones se encuentra la exposición Perdona, estoy hablando (2023), comisariada por Tevi de la Torre, Teresa Ferreiro y Roberta Vázquez, que tuvo lugar en CentroCentro Cibeles. A través de la obra de más de noventa autoras, la muestra ofrecía una panorámica del cómic autobiográfico en español desde los años setenta, y daba la libertad a las propias autoras de seleccionar su obra y explicarla, lo que contribuyó a afianzar la enorme riqueza de este género y la necesaria visibilidad de sus creadoras.
Los premios también han sido fundamentales a la hora de destacar e impulsar la carrera de muchas autoras de novela gráfica
Para acabar con la difusión de las autoras a través de las exposiciones, también hay espacio para los cruces entre varias disciplinas. Este es el caso, por ejemplo, de Ana Penyas (Valencia, 1987), la primera autora en recibir el Premio Nacional de Cómic, en 2018 (desde que este se creara en 2007), por Estamos todas bien (Salamandra Graphic, 2017); quien también recibió el Premio a Mejor Autor Revelación del Saló del Cómic de Barcelona de ese mismo año. En 2022 Penyas colaboró con la antropóloga Alba Herrero para ilustrar, a través de sus entrevistas y archivos etnográficos, la evolución del trabajo en el hogar, proyecto que finalmente fue expuesto bajo el título En una casa. Genealogía del hogar y los cuidados (2022-2023) en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM). Así, con este pequeño recorrido es posible ver que, frente a aquella exposición de 2016 en la que el cómic intentaba equipararse al arte elevado imitándolo, con estas otras muestras la novela gráfica, y sus nuevos temas, técnicas y cruces con otros campos de conocimiento, ha encontrado su sitio sin la necesidad de justificarse.
Además de las exposiciones, los premios también han sido fundamentales a la hora de destacar e impulsar, como hemos visto, la carrera de muchas autoras de novela gráfica. Si seguimos la evolución del Premio Nacional de Cómic, también lo ha recibido, en 2013, Cristina Durán (Valencia, 1970) con El día 3 (Astiberri, 2018), en coautoría con Miguel Ángel Giner y Laura Ballester, que también obtuvo el Premi Ciutat de Palma de Còmic 2016, y que cuenta la tortuosa lucha de los familiares de los fallecidos en el accidente de metro de Valencia de 2006. Hace solo unos días, Bea Lama ha sido premiada por El cuerpo de Cristo (Astiberri, 2023), donde habla de los cuidados, la falta de libertad para la mujer y la salud mental con dibujos y reproducciones de bordados inspirados en la tradición chilena, obra con la que recibió también el Premio del Público en el Festival de Cómic de Angoulême 2024. Esperemos que este interés institucional por la obra de las autoras siga desarrollándose para que las creaciones no queden en el olvido, como ocurría antes.
En esta línea, Laura Pérez (Valencia, 1983) obtuvo el Premio Ojo Crítico en la categoría de cómic de 2020, cuando se incorporó esta modalidad por primera vez, por su trabajo como ilustradora y su primera obra, Ocultos (Astiberri, 2019), también Premio Ignotus al Mejor Tebeo Nacional de 2020. Su paleta de colores, con tonos más fríos y apagados, habla de lo que hay más allá de la realidad y de los misterios que nos rodean a diario. Por su parte, la Asociación de Críticos y Divulgadores de Cómic de España también concedió el Premio a Autor/a Emergente a Aroha Travé (Tarrassa, 1985) en 2020 y a Mayte Alvarado (Badajoz, 1978) en 2022, así como el Premio a Mejor Obra Nacional para Ana Penyas por Todo bajo el sol (Salamandra Graphic, 2021). Y, si hubiera que destacar otro reconocimiento institucional, ese sería para la última edición de los Premios Princesa de Asturias, que condensa la creciente importancia del cómic dentro de nuestra cultura. Marjane Satrapi (Rasht, 1969) lo recibió recientemente en la categoría de Comunicación y Humanidades, y no de Artes, por su labor divulgadora por los derechos humanos con Persépolis (2001-2003) y su defensa de la disidencia iraní ante su gobierno.
Por otra parte, frente a la necesidad de autopublicarse y editar fanzines para divulgar sus obras, algunas editoriales destacan por su interés en mostrar el talento de las autoras, como Astiberri (Flavita Banana, Laura Ballester, Mamen Moreu, Laura Pérez o Emma Ríos, quien fue nominada a un Premio Eisner), Apa Apa Cómics o Ediciones La Cúpula (Anastasia Bengoechea, Anabel Colazo, Núria Tamarit o Aroha Travé). E, igualmente, han potenciado el enfoque feminista en sus colecciones. Una de las autoras más prolíficas es Elisa McCausland (Madrid, 1983), quien, junto a Diego Salgado, publicó Supernovas. Una historia feminista de la ciencia ficción audiovisual (Errata Naturae, 2019), y acaba de publicar el monumental ensayo Viñetaria. Historia universal de las autoras de cómic (Cátedra, 2024). A esto cabe añadir el aumento de las biografías de mujeres artistas, que amplía los referentes para las nuevas generaciones, a diferencia de antes, cuando prácticamente todos los modelos eran masculinos. Sean conocidas, como en Vivian Maier. En la superficie de un espejo (Garbuix Books, 2024), de Paulina Spucches (París, 1999), o Leonora Carrington en España (Turner, 2023), de María Luisa Fruns, o cotidianas, como ocurrió con las «mujeres de consuelo» asiáticas de la Segunda Guerra Mundial, retratadas por Keum Suk Gendry-Kim (Goheung-eup, 1971) en Hierba (Reservoir Books, 2022).
Por último, este avance de las autoras en el panorama artístico nacional también ha sido posible gracias a otras iniciativas. La creación en 2013 del Colectivo de Autoras de Cómic, que ya engloba a más de cien artistas, fue decisiva para reivindicar y divulgar la obra de artistas olvidadas, y luchar por el reconocimiento justo de las autoras actuales. Una de las acciones para ello es la concesión del Premio Honorífico en el Salón del Cómic de Barcelona, que recayó en estos últimos años en Marika Vila (Barcelona, 1949), Carme Barbará (Barcelona, 1933) y Armonía Rodríguez (Barcelona, 1929-2020).
Por su parte, el encuentro Revuelta en el cómic, comisariado por Francesc Ruiz y celebrado el 18 y 19 de mayo de 2018 en el Museu d’Art Contemporani de Barcelona, incluía a Marta Cartu o Mery Cuesta. Y también hay otras iniciativas que fomentan un diálogo directo y cercano con las autoras, como Encuentros con autoras, organizados por la Fundación Cine+Cómics y la Cátedra Cultural Moebius de la Universidad de la Laguna, que desde 2020 ha contado con la participación de más de cincuenta autoras.
Es evidente que, aunque más tarde de lo esperado, este impulso a la obra de las autoras de cómic ha supuesto un nuevo punto de partida para dar a conocer y profundizar en sus historias, temáticas, técnicas y búsquedas formales. Las exposiciones, encuentros, además de la mayor facilidad para publicar, han creado nuevos puntos de unión en los que los referentes ya no son solamente masculinos, ni sus puntos de vista son exclusivos. Además, el reconocimiento institucional (sin el que, por desgracia, a veces todo lo anterior se desmorona) ha ayudado a que, desde una perspectiva social, sus obras hayan tenido una mayor difusión. Esperemos que, a pesar de la inestabilidad de estos tiempos, esta dinámica siga, y crezca, para rescatar del olvido y reforzar la presencia de las autoras. Solo falta que, a corto plazo, se produzcan más análisis sobre sus obras (especialmente en el mundo académico, poco permeable a los cambios): entonces el cambio será mucho mayor y rico.