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Raíz rompe cemento. Arte y pueblos originarios

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Santo Miguelito Pérez, El Teotón. Hasta donde alcance de la serie El cuerpo gordo como objeto de deseo, 2018. Fotografía: Patricia Villegas. Cortesía del artista

Actualmente “pueblos originarios” y “pueblos indígenas” son las formas más comúnmente aceptadas para nombrar una categoría cultural y social relativamente sencilla de identificar, pero difícil de definir. Aquí voy a usar ambas terminologías, no sin mencionar que las discusiones sobre las nomenclaturas de “lo indígena” tienen una historia larga y compleja. Aunque no es este el espacio para profundizar en el debate nominalista, valga recordar que desde el siglo XV hasta la fecha se ha hablado de aborígenes, naturales, indios, paisanos, indígenas y nativos; tribus, comunidades, grupos y pueblos; indianismo, indigenismo, asuntos indígenas y neo indigenismos.

El auge del binomio pueblos indígenas-arte contemporáneo que atestiguamos en la última década ha de leerse no sólo como parte de las infinitas resonancias de los procesos colonizadores de los siglos XV al XIX, sino, aún más, como el resultado de los proyectos de modernización del siglo XX y sus múltiples contradicciones, de los intrincados devenires de la globalización contemporánea y, de manera muy especial, en el terreno de los saberes académicos, del quiebre epistémico-ideológico iniciado por la antropología crítica en la década de 1970 y del auge de la teoría poscolonial en las décadas siguientes. Igualmente, sería imposible explicar el arco de este proceso sin atender a la emergencia de una nueva generación de intelectuales indígenas, en gran parte mujeres, que han pasado por una formación académica pero cuya figura no se acopla a la del intelectual liberal, sino que actúan, más bien, en colindancia con el activismo.

La pregunta cuándo hay arte es, además de pertinente, más que nunca necesaria para enfatizar que hay arte cuando se propician las condiciones para que lo haya

Son varios los acontecimientos que a finales del milenio pasado e inicios del presente reposicionaron “lo indígena” en la conversación sociopolítica e intelectual a escala mundial. En 1994 la insurrección zapatista en Chiapas, México, fue una bocanada ideológica y existencial para quienes habían leído la caída del muro de Berlín como el triunfo de un capitalismo sin rivales. Las demandas del movimiento zapatista no salieron de la nada, del mismo modo en que la organización comunal gestada desde los pueblos originarios ya venía ocurriendo, al menos, desde la década de 1970. Sin embargo, el zapatismo dio a estas causas una visibilidad mundial sin precedentes. Por otra parte, Guatemala y Perú, dos países con alta demografía indígena, dejaron atrás sendas guerras civiles con saldos devastadores para sus pueblos originarios (en Guatemala llegó a hablarse de genocidio maya) y para sus culturas (etnocidio).…

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