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Un mundo extraño

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Francis Alÿs, Relato de una negociación, mundo extraño

Francis Alÿs, Relato de una negociación / Foto: Pablo Jantus, Arsomnibus

Vivíamos con mucha velocidad. Montábamos en avión como si subiéramos al caballo que teníamos atado a la puerta. Cruzábamos continentes, océanos, sin maravillarnos de que esos monstruos de metal llenos de gente volasen como si fueran ligeros pájaros brillantes sin plumas. Saltar de un país a otro, de una ciudad a otra, era como coger un taxi y recorrer apenas unos kilómetros en la misma ciudad. Vivíamos y trabajábamos en varias ciudades al mismo tiempo, nuestros amigos estaban en otro sitio, a miles de kilómetros, incluso nuestros amantes, y a veces hasta nuestras familias. Tenemos varias casas y hablamos, mal, casi todos los idiomas. Éramos gente moderna, con la velocidad en la sangre, viajeros, cosmopolitas, saltimbanquis, feriantes, gitanos vestidos de negro, pero a la moda, con cierto estilo.

El mundo del arte no tiene patria, nos decíamos, somos cientos de miles que cruzábamos el mundo en cualquier dirección de Barcelona a Berlín o a Londres pasando por Frankfurt y escala en Sao Paulo. Eso lo sabíamos: éramos nosotros, y nos encontrábamos continuamente en inauguraciones, fiestas, reuniones, congresos, bienales…

México quedaba aquí a la vuelta… Rio, Buenos Aires, Ciudad de México, Cabo Verde, Dublín, Bogotá, París, Lisboa… Nombres amigos, ciudades que son todas nuestras ciudades: Basilea, Los Ángeles, Miami, Bruselas, Guatemala, Bahía, Dusseldorf, Munich… Venecia. Italia. Roma. Ciudades, museos, ferias, bienales, exposiciones, amigos, arte. Arte. Había que ser modernos o no ser. Tal vez hayamos dejado de ser.

Alguien decía hace poco que el arte sin bullicio, sin glamur, sin viajes, sin París o sin Basilea, no es lo mismo

Lo que era algo cotidiano se ha convertido en lo imposible. Creíamos que el mundo era nuestro. Que lo paseábamos montados en nuestros pasaportes llenos de visados y sellos de países que se confunden en la memoria. Pero ahora vemos que estamos de nuevo en un mundo extraño. Un mundo ajeno, cerrado para nosotros que tanto lo habíamos paseado. Este 2020, con ecos distópicos, las ferias de arte se han anulado prácticamente en su totalidad, las bienales se han aplazado (es un eufemismo). No hay vuelos para salir ni para entrar en ningún sitio. Los aviones se amontonan en los hangares de todos los aeropuertos del mundo, ahora en silencio y vacíos, como pájaros con las alas rotas. Los artistas no pueden ir a sus propias exposiciones. Las obras llegaron antes del desastre, pero los autores no podrán ir, el público será inevitablemente local.…

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