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Sandra Gamarra. Souvenirs del Li-Mac, 2003-presente.

Cuando llega el final del año se hacen balances de casi todo, igual que al empezar el año todo el mundo se plantea (¡¡ahora sí que sí!!) dejar de fumar, ir al gimnasio o dar un repaso al inglés, tan poco practicado últimamente. Los buenos propósitos nunca se cumplen y tal vez por eso los hacemos tan a la ligera, conocedores de nuestra propia debilidad y con el soterrado convencimiento de que finalmente nada cambia y que todo vuelve a sus cauces para repetirse nuevamente dentro de doce meses, como atrapados en un tiempo infinitamente aburrido.

Los balances son otra cosa, cada año son mejores. Pase lo que pase, las metas se cumplen, los objetivos se superan y si seguimos así no hará falta apenas que nos esforcemos porque todo va a pedir de boca. Por ejemplo, la asistencia a los museos que conforman el Triángulo del Arte (Museo del Prado, Thyssen y Reina Sofía, y CaixaForum) sube cada año, no importa si las programaciones mejoran o empeoran, si hay crisis o no, si el turismo sube o baja. De hecho estamos llegando a algo que nadie sospechaba: que los visitantes del Reina Sofía sean cada vez más, aproximándose peligrosamente al líder de asistencia que es, obviamente, El Prado. Más de siete millones de visitas han tenido en el pasado año, con lo que podemos aventurar que en 2012 tendrán casi ocho, y con alguna exposición sorpresa, pueden alcanzar ese récord. ¿Cuántos de estos visitantes son simples turistas que cumplen con las obligaciones propias de viajeros de ocasión? ¿Cuántos entran realmente porque les interesa el arte? A esto no hay encuesta que responda.

Sin embargo, a continuación de los récords de asistencia a los museos se han hecho públicos los récords (no podía ser de otra manera) de ventas en las tiendas de los museos. De estos mismos museos del Triángulo del Arte. Como en unas rebajas culturales parece que la mayoría de esos más de siete millones de visitantes a los museos no eran aficionados al arte, sino paseantes con ansias consumistas. Desde mantas, zapatillas, tazas, bisutería, carteles, juguetes, hasta cualquier gadget (marca páginas, bolígrafos, lapiceros…) puede comprarse en las tiendas de estos museos, antes eran las librerías las que realmente eran atractivas para un público sin duda más culto aunque también más escaso. Ahora, como mucho, se compra el catálogo de la exposición que “se ha visto”, como souvenir, como un “yo estuve allí, la vi… mas o menos”.…

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