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Querido público

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Visita a la Laidlaw Gallery, Art Gallery de Toronto, años 30.

Hay que empezar diciendo que público somos todos. Todos los que acudimos a ver, a mirar, a disfrutar o a lo que cada uno haga o pretenda hacer en un museo, una galería, una exposición, una feria de arte. Público somos todos, desde el que compra hasta esos muchachos con ganas de llamar la atención que se sientan en el suelo con un bocata en medio de ARCO, por poner un ejemplo. Público es también el director de un museo, y los críticos de arte, los artistas que salen de sus talleres para ver exposiciones o cualquier otra manifestación artística. Hasta los galeristas son público en esas raras ocasiones que se desplazan desde sus refugios galerísticos hasta otras escenas del arte, o salen del cubil de sus stands en ferias para ver qué hace el vecino. Público son también los artistas, cuando pueden mirar algo más que sus propias obras. Público, es también, esa mujer que ha escrito en La Libertad guiando al pueblo, de Delacroix un misterioso “AE911”.

Esa acción a veces ingenua a veces suicida de ir a una exposición, de situarse delante de una obra…

Con más o menos entusiasmo, mejor o peor preparación, interés y cultura, con niveles dispares, y gustos dispersos. Con ganas de que nos guste, con odio al mundo, entendiendo o queriendo entender, o sólo por pasar la mañana de un domingo. Para ligar y demostrar lo cultos que somos, o porque no se sabe a dónde ir, porque llueve o porque hace calor… da igual. Esa acción a veces ingenua a veces suicida de ir a una exposición, de situarse delante de una obra… de una obra que tal vez sea de arte, que tal vez nos cambie la vida, nos convierte a todos sin excepción, niveles ni grados, en público.

El público somos esos millones de personas en todo el mundo que asistimos sorprendidos a unos rituales de los que se nos mantiene ajenos. Somos ese receptor anónimo, hidra de miles de cabezas, que no tenemos medios para responder a una oferta artística que se construye para nosotros pero, obviamente, sin nosotros. Somos esas cifras falsas y abultadas de taquilla, los que hacemos posible las subvenciones y presupuestos a instituciones, museos y a todo lo que se mueve… o movía. En definitiva somos la razón final del trabajo de casi todo el mundo del arte. Una frase de Dora García afirma desde las paredes de los museos que “el arte es para todos pero sólo una élite lo sabe”, y esa élite parece empeñada en que sólo ellos mismos sigan sabiéndolo.…

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