Siempre animo a todos a leer. A leer libros, los que sean, cualquier libro es mejor que ningún libro. Porque el conocimiento nos espera ahí, a la vuelta de la esquina, de cualquier esquina. Y, sí, cualquier conocimiento es bueno aunque nunca sepamos cuándo nos va a ser útil, aunque tal vez nunca nos sea útil en el sentido puramente pragmático del término. Siempre es útil saber una palabra nueva, conocer un sueño diferente, una teoría increíble, todo es útil igual que todo lo que comemos nos alimenta, aunque a veces nos siente mal. También el conocimiento, saber ciertas cosas, no resulta agradable, preferiríamos no saberlas, pero igualmente es necesario, importante saberlas. A veces lo que leímos para un trabajo nos sirve muchos años después para otra cosa que nunca imaginábamos. Y eso es lo que me ha pasado con los textos de Marc Augé sobre el “no lugar”. Hace unos días me di cuenta de que el arte contemporáneo es un no lugar, que los museos y sobre todo los centros de arte actual son, por definición, un no lugar. Ha sido como una revelación, al volver una esquina el conocimiento estaba ahí. Él siempre había estado ahí, sólo que yo no había vuelto a pasar por esa calle.
Sucede lo mismo con los viajes, todos los que me conocen saben que no me gusta demasiado viajar, posiblemente porque viajo siempre por trabajo, y viajo lejos, a veces muy lejos, muy a menudo, desde hace demasiados años. Pero viajar realmente es muy bueno, porque es como leer. Siempre sirve para algo. Claro que para que te sirva leer y te sirva viajar tienes que tener la curiosidad siempre alerta, y aquella antigua costumbre de pensar, observar, reflexionar, suele ayudar bastante. Fue en un reciente viaje a Abu Dabi, a visitar el nuevo Louvre de la ciudad. Paseando por ese lugar francamente de una belleza extraordinaria, viendo sus salas y las obras expuestas pensaba en qué sentido tienen realmente estas franquicias museísticas tan frecuentes últimamente al margen de las económicas y políticas (otro día hablaré del neocolonialismo cultural). Y una cosa llevó a la otra y de pronto caí en lo más obvio, algo que seguramente muchos ya han pensado, casi todos habrán experimentado y no sé si alguien ya lo habrá escrito, porque aunque lea profesionalmente no me da tiempo a leerlo todo. El arte contemporáneo es un “no lugar”, sí, se me apareció Marc Augé con sus palabras sobre los no lugares, como son sin duda los barrios periféricos, los aeropuertos, y también los museos.…
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