anterior

Muerte y resurrección de la performance

siguiente

Esther Ferrer, Íntimo y personal, 2012

Cuando los periodistas o “informadores culturales” intentan ahondar en algún tema más allá de qué sucede, cuándo sucede, dónde sucede, quién es el responsable del suceso y poco más (tal vez el coste de lo que sucede), puede suceder cualquier cosa. La suerte es que en muchos casos ese tema es de difícil abordaje ya que es un conflicto no solo para ellos, sino incluso para los que trabajan en ese territorio, para los expertos. Me llamó la atención que el diario EL PAÍS tratara un tema de artes plásticas, una exposición de una artista casi inclasificable, que traslada su exposición desde una sala en Moscú a otra en Ámsterdam.

Lo primero que me llamó la atención es la facilidad de trasladar una muestra de difícil y complicada manufactura así, como si eso sucediera todos los días, cuando es algo prácticamente imposible en un tiempo en que se programa con años de antelación y cuando cualquier movimiento, transporte, seguro y puesta en escena tiene costes millonarios. La sorpresa se disuelve cuando se aclara que la directora del espacio ruso fue antes directora del espacio holandés y presidenta de la Fundación que patrocina la muestra. Claro, así no vale, eso es trampa, jugar con ventaja. Pero bueno, eso solo fue un aperitivo. Realmente en el mundo del arte o haces trampa o juegas con algún as en la manga o no tienes mucho futuro.

Mezcla algo que se define en el texto como performance, utilizando una sofisticada tecnología, en la que entra imagen digital

La artista en cuestión es una artista multimedia de la que probablemente la mayoría de ustedes no saben mucho, tal vez no sepan nada. Reconozco que yo tampoco soy su fan número uno ni una experta en su obra. Tal vez porque no me interesa demasiado esa mezcla de espectáculo, realidad virtual, chicas estupendas, autodenominación de performer y chamán estético. Tal vez simplemente estoy aburrida del arte actual.  Mezcla algo que se define en el texto como performance, utilizando una sofisticada tecnología, en la que entra imagen digital, vídeos, sonido, olor, luces, actrices, instalación, Instagram… Se llama Anne Imhof. La muestra es una sola obra (Youth) que ocupa todo el sótano del museo Stedelijk en Ámsterdam (dedicada habitualmente a la pintura clásica).

Pantallas, proyecciones, instalación lumínica y la presencia digital de una actriz y música profesional, también modelo, en diversas evoluciones visuales digitales, desnuda, pasarelas y raíles con altavoces que acompañan al visitante en su desplazamiento, durante un tiempo exacto al final del cual es expulsado de la sala.…

Este artículo es para suscriptores de EXPRESS

Suscríbete