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La invasión de las vacas mutantes

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arte público

Una de las vacas de Cow Parade, Madrid, 2009.

Muchos de los que hoy me leen recordarán una invasión silenciosa que ocurrió en las grandes ciudades de medio mundo hace apenas unos años. Unas vacas gorditas, de un material indefinido, coloreadas como si fueran muñecos y disfrazadas de toreros, de cantantes, de tazas de café con leche, de vaqueros…; de mil formas inverosímiles, fueron colocadas en las grandes avenidas de estas ciudades, en lugares emblemáticos, como en Madrid el paseo del Prado, en México la Avd. Reforma, etc. Así, en la puerta del Museo del Prado, cerca de la estatua de Velázquez podíamos ver una vaca que parecía una caricatura de la idea de un pintor, y en las calles principales, en las puertas de los museos, en plazas concurridas… Aquello se fue trasformando en un carnaval, en unas fallas sin la purificación final del fuego destructor… y como aún no se había inventado el selfie, unos les pedían a otros que les hicieran la foto junto a esa vaquita tan simpática. Desde entonces no sólo ha mejorado la posibilidad fotográfica de eternizarnos a nosotros mismos junto a las cosas más inverosímiles, sino que la idea de lo que viene conociéndose como “arte público” ha ido expandiéndose hasta un infinito cercano al horror. El arte público es eso que nos encontramos en las calles y que no son ni casas, ni coches, ni gente, ni árboles, no te puedes sentar encima, no tiene ningún uso, suele ser horrible y nadie entiende por qué está ahí ni recuerda desde cuándo; y mucho menos para qué se puso. Antes era más fácil, sólo se decoraban las ciudades con monumentos conmemorativos que pasado el tiempo todo el mundo olvidaba lo que conmemoraban pero estaban ya incluidas en el trazado de la ciudad, pues se instalaron en el momento en que ésta se construía. Y si no creo en absoluto que cualquier tiempo pasado fue mejor sí estoy absolutamente segura de que cualquier concejal o asesor de urbanismo de hace más de dos siglos tenía mucho mejor gusto que los actuales. El resultado es que hoy en día se colocan en las calles con la excusa del arte público, horrores sin fin. Ahora mismo en México las vacas han mutado en colosales (y horrorosas) guitarras eléctricas pintarrajeadas. Y parece ser que a los novios, niños; y gente en general, les gusta porque no paran de hacerse fotos con ellas. No se dan cuenta de que es una invasión y que acabarán por alterar por completo su noción de arte, de público y de estética.…

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