En 1977 la construcción del Centro Pompidou en París marcaba un hito tanto en la idea de museo de arte moderno como en la arquitectura museográfica. Como todo lo que era radicalmente (siempre más o menos) moderno, su construcción e inauguración dio pie a opiniones de todo tipo: admirativas, críticas, y se llegó a hablar del “efecto Pompidou” y de cómo este museo iba a cambiar la escenografía museística en el futuro inmediato.
Efectivamente, de repente las tuberías, los cables, los tubos de aire…todos esos elementos que hasta ese momento el buen gusto y la práctica arquitectónica nos había ocultado para conseguir la limpieza de las salas, edificios compactos que, como cuerpos, guardasen las vísceras fuera de la vista de todos, se esfumaron y los techos, pasillos y exteriores de todo tipo de edificios, no solo museos, empezaron a mostrarlos como si fuesen heridas de las que había que estar orgullosos. Hoy, apenas 44 años después y ante lo que era ya obvio para todos los que pueden ver, el Pompidou anuncia que cerrará aproximadamente cuatro años, desde finales de 2022 hasta finales de 2026. Necesita unos retoques.
No podemos ni siquiera hablar de ruina, es decir, no podemos respetar la dignidad de lo viejo. Solamente se trata de un edificio fallido, de un fracaso para sus arquitectos que, con un presupuesto que muchos quisieran, no han podido hacer un edificio que llegue ni siquiera a los 50 años sin convertirse en un desastre. Renzo Piano y su equipo son los protagonistas de este fenómeno, aunque los franceses, en esa línea de hacer una victoria de cada fracaso, quieran explicar que se trata de arreglos puntuales. No tiene justificación. Personalmente cada vez que lo he visitado me he sentido en un andamio cubierto, en una escenografía teatral que en cualquier momento se podía caer y dejarnos al público y a las obras con el “culo al aire”, es decir, atrapados en un edificio del que lo más destacado era todo lo inconsistente.
Es la dura vida de lo moderno, expuesto a todos los vientos, no protege su cuerpo
Este desastre arquitectónico sin muchos antecedentes es también toda una metáfora de lo moderno. Mientras los viejos edificios de los antiguos museos siguen teniendo una presencia intachable, y los arreglos o actualizaciones (que sin duda se han tenido y tendrán que hacer) se hacen sin tener que cerrar y de una forma, digamos “privada”, este emblema de lo moderno se resquebraja antes de llegar ni siquiera a la tercera edad.…
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