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Fotografía de historia

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Jesco Denzel, 44.ª Cumbre del G7, 2018

Jesco Denzel, 44.ª Cumbre del G7, 2018

Nunca me ha parecido correcto aquello de que una imagen vale por mil palabras, porque creo que una sola palabra guarda en su interior, en su forma, en su sonido, incluso en su superficie, un mundo entero de sensaciones, de cosas dichas y de otras que nunca se dicen. Sin embargo sí que creo que hay imágenes que resumen más claramente que ninguna otra forma de comunicación un estado colectivo, un momento concreto. Las artes plásticas lo vienen demostrando desde el primer día que alguien pintó algo en una pared rocosa: contaba una historia. Miles de años después esa historia se ha convertido en un misterio porque nosotros, ahora, vivimos en otro mundo. La pintura religiosa nos ha contado el viejo y el nuevo testamento, y las historias de los dioses griegos, y de todos los dioses; los artistas nos han contado historias de triunfo y de derrota, guerras y momentos de paz; historias de pueblos y de personas… eso es la pintura de historia: la pintura que narra una historia. La fotografía es la gran narradora de historias de la contemporaneidad. Desde su descubrimiento, hace poco más de un siglo, cada fotografía, cada imagen, borrosa o nítida, nos cuenta una historia. Y nosotros entendemos todas esas historias porque son de nuestra época, nos cuentan algo que compartimos, que sabemos o intuimos, que alguna vez hemos experimentado. Sabemos de qué nos hablan, porque los bisontes y los guerreros que están en ellas somos también nosotros.

Pero, además, hay imágenes que cierran un círculo, que resumen una sensación colectiva y son esas imágenes las que compartimos en las redes, las que aparecen en todas las portadas de la prensa del mundo desde el New York Times hasta en el diario del pueblo más remoto, son unas imágenes perfectas en su contenido y en su forma. Y curiosamente suelen ser imágenes que recuperan los elementos básicos de una pintura. La imagen que acompaña este texto, o mejor la imagen que justifica este texto, es una fotografía realizada en el final de la cumbre del G-7 en Quebec. Una cumbre complicada con el enfrentamiento de los seis países industriales más importantes del mundo (Inglaterra, Francia, Italia, Japón, Canadá y Alemania) con Estados Unidos y su presidente Trump, que se cerraba sin un acuerdo conjunto por vez primera en la historia y convirtiendo el malestar en un conflicto diplomático a partir de los insultos personales de Trump al presidente canadiense Justin Trudeau.…

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