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Exceso

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Daniela Rossell, Ricas y famosas

Daniela Rossell, Ricas y famosas, 2002

Vivimos en un tiempo de excesos. Exceso de ricos y un desmesurado exceso de pobres. Hay inteligencia hasta artificial, lo que tal vez sea un intento para compensar la falta de inteligencia humana… aunque por otra parte parece ser que la humanidad (es decir: nosotros) nunca ha estado mejor preparada ni tenido acceso a tanta información. Hay más universitarios que en toda la historia de la Universidad, y también más paro que en toda la historia del trabajo asalariado. También hay más artistas por metro cuadrado (sin contar a todos los que no consideramos artistas, a los que ni ellos saben que son artistas, ni a los que han estudiado Bellas Artes) que en toda la historia de la humanidad desde las Cuevas de Altamira. Más guerras abiertas que nunca, una abundancia de museos de arte contemporáneo imposible de entender, y una avalancha en ciernes de fundaciones privadas que van a ayudar a todos los museos públicos a desarrollar un trabajo para el que al parecer ni son suficientes ni tienen el dinero preciso. También, por cierto se ha retomado la idea de viajar en el espacio en busca de nuevos lugares para asentarse, o para huir de este exceso de todo en el que nos ahogamos más o menos lentamente.

Pero si de algo hay realmente un exceso inaguantable es de listos. De esos fundadores inconscientes del mansplaining universal, ese que supera géneros y razas. Dos de estos listos universales destacados han decidido que la definición de lujo que da la Real Academia de la Lengua Española no es adecuado, y han pedido al presidente de la entidad que lo cambien lo antes posible, para lo que además le han dado, para ahorrarles el trabajo a los miembros no sólo de la Academia en España sino a los de todas las Academias de países hispanohablantes del mundo, unas definiciones más apropiadas ya hechas por ellos. Estos dos señores son un miembro de la aristocracia española, un marqués concretamente (que en la jerarquía de la nobleza ocupa un rango entre duque y conde para ser exactos) y el dueño de una de esas tiendas/marcas en los que sólo con entrar ya te sientes en deuda con sus dependientes, y en el que comprar un llavero supone un gasto de un sueldo medio.

No sabrán mucho del funcionamiento de la Real Academia, ni de las sutilezas del lenguaje español, pero desde luego nadie les puede negar que si de algo saben es de lujo

Estas dos lumbreras se han juntado y decidido, seguramente con un buen puro y copa del mejor coñac en sus delicadas manos, que lujo no se puede definir como “algo reservado a los ricos y que, de alguna manera, es ocioso y no sirve para nada”, o como “abundancia de cosas no necesarias” y mucho menos como “todo aquello que supera los medios normales de alguien para conseguirlo” (todas son definiciones de la RAE).…

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