Es ampliamente aceptado que en la actual sociedad lo que importa es la riqueza. El debate entre ética y estética parece algo ya superado. Pero en el verano tenemos tiempo de sobra para pensar en lo que vemos, para observar la actitud de esos humanos que, representando al homo sapiens, son un ejemplo de la estupidez, el mal gusto y la falta total de ética en su comportamiento, incluso yendo contra sus propios intereses.
Realmente iba a titular este texto como un libro y una serie de la fotógrafa mexicana Daniela Rossell Rovirosa, Ricas y famosas, que la editorial Turner editó en 2002 y que hoy es uno de los libros más buscados entre los aficionados a la fotógrafa. El libro tardó muy poco en agotarse; mostraba el mal gusto y la absoluta falta de empatía y respeto de la oligarquía mexicana por las clases trabajadoras mexicanas, más aún si son indígenas, y una afición al exceso, al kitsch y a una prepotencia visual que difícilmente se puede digerir sin sufrir arcadas durante varias generaciones. Aunque es sabido mundialmente el mal gusto de los ricos y de los famosos, la constatación de los hechos no deja de ser siempre impresionante.
Los ricos son tan vulgares y tienen el mismo mal gusto que los que no son ricos…
Todos los que no somos ricos en alguna ocasión jugamos a la lotería, quinielas, cualquiera de esos juegos de azar en los que la Suerte se erige en reina y diosa de nuestros destinos. Bueno, en el destino de aquellos pocos que son agraciados por los premios millonarios –algunos incluso excesivos en millones– y que inevitablemente nos hace pensar en qué gastaríamos ese dineral si fuéramos nosotros los ganadores. Curiosamente, según los deseos posiblemente satisfechos de la mayoría de los que ganan, todos volverán al mismo punto de partida después de “comprarle un piso a mi hijo, cambiar de coche y viajar un poco”. Son ricos por poco tiempo, y aun así sus objetivos no dejan de ser vulgares y faltos de una total estética. Es decir, que los ricos son tan vulgares y tienen el mismo mal gusto que los que no son ricos… pero se pueden pagar sus absurdos caprichos sin miedo a que se les acaben sus millones. No hay más que ver a esos raperos, ricos en pocos meses, que se gastan en oros, cadenas, broches y horribles cinturones con sus iniciales en brillantes los millones ganados con sus canciones.…
Este artículo es para suscriptores de EXPRESS
Suscríbete