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Descalzos por la yerba

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Seguramente cuando alguien lea este texto ya estará de vacaciones, en su casa, o de vacaciones en cualquier parte del mundo. Tal vez en la playa o en el campo. Muy probablemente esté descalzo. Hay pocas cosas que nos alivien tanto del cansancio, del estrés, de esa sensación de estar “trabajando”, como quitarnos los zapatos. Ese gesto tan relajante de las mujeres al bajarse de los tacones de esos zapatos imposibles con los que vamos por el mundo, atravesamos ciudades, subimos rascacielos… quitártelos y sentir que los pies se relajan y respiran. Ese calzado de invierno que nos oprime y de los que nos deshacemos en cuanto vuelve el sol y se alejan las lluvias y el frío. Pasear descalzo sobre la arena húmeda de la playa o sobre esa yerba fresca recién regada, o mojada aún por el rocío de la mañana… En fin, ese es un privilegio, un goce difícil de explicar y que se agarra exclusivamente a ese nivel de experiencias sensitivas para el que las palabras no significan nada. Un placer sensual y físico que, por lo general, poco o nada tiene que ver con el mundo intelectual. Mal que nos pese a los intelectuales.

Hoy en día el silencio es un lujo

En el Voorlinden Museum, un museo en Holanda, en medio de unos espectaculares jardines, llevan desde febrero con su programa de Silence on Socks todos los sábados y los domingos. Antes de abrir, entre las 10 y las 11 de la mañana y bajo estricta reserva de entrada, unos pocos visitantes pueden pasear descalzos, sin zapatos, en calcetines, por las salas vacías del museo. Este paseo en silencio, solos, no solamente es mucho más relajante que cualquier visita guiada entre visitas de colegios o cualquier tipo de turismo cultural, sino que permite una relación diferente, personal, podría decirse privada, con las obras y con las salas, con el propio museo. Al parecer la experiencia ha sido todo un éxito. Se destacan dos aspectos: el primero, la sensación de privacidad, de estar cómodo, como en casa, al poder pasear en calcetines, descalzos; y, en segundo lugar, pero tal vez lo más importante, el hecho de poder pasear por el museo en una relación directa con las obras, en un silencio absoluto, sin gente alrededor, por supuesto con el teléfono móvil apagado, sin charlar con nadie, en soledad. Nada de grupos, es una visita individual, silenciosa, tranquila.…

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