Ya sé que las comparaciones son de muy mal gusto, pero yo nunca he dicho que defienda el buen gusto. De hecho, todo el mundo cultural, social y político está basado en las comparaciones. Estos días en los que, como de costumbre desde hace años, el artista chino Ai Weiwei ha ocupado las páginas de cultura y sociedad de los medios de todo el mundo me doy cuenta de que nunca he hablado en este espacio de Banksy, ese artista anónimo que aparece y desaparece como un Robin Hood del arte contemporáneo. Posiblemente nunca he hablado de él porque el grafiti no me interesa en absoluto y el arte callejero me resulta un concepto contradictorio de difícil aceptación. Pero Banksy se ha convertido en algo más, en mucho más que un artista de la calle. Desde un principio su desprecio por las leyes del mercado le ha caracterizado, regalando alguno de sus dibujos a entidades o personas necesitadas de ayuda, pero de una forma casual, no con la premeditación mediática de los ricos que conceden puntuales y bien meditadas limosnas. Pero lo que más me ha gustado de él es su defensa del anonimato. Nadie parece saber quién es realmente, aunque poco a poco van saliendo algunos datos biográficos (donde veraneaba de niño, por ejemplo) que inevitablemente resultarán en su reconocimiento identitario. ¿Cómo no comparar esa discreción y ocultación de su ego frente al expansivo y egocéntrico Ai Weiwei? Weiwei sale bailando, cantando, rompiendo vasijas centenarias… en su casa, en la calle, en todas partes; cada día. Si está encerrado, si le liberan, si le dan el pasaporte, si se baña con su hijo, si expone, si no expone. Es el rey de Instagram y de Youtube… Su cara y su obeso cuerpo es sobradamente conocido, sin duda mucho más que su obra. Banksy es sólo una sombra, como el protagonista de V de Vendetta; él realiza su particular lucha contra un stablishment del que se ríe y del que, aunque sus paredes arrancadas se coticen a la alta, él no parece beneficiarse especialmente. Banksy no tiene cara ni cuerpo. No sabemos si tiene familia, si le gusta bailar, dónde vive, qué edad tiene.
Un hecho en el que no hay protagonistas ni personalismo, pues hasta el propio Banksy queda oculto detrás de sus actos, como un buen terrorista cultural
Pero sí sabemos de sus actos, algunos brillantes bofetadas como la creación de su particular burla de Disneyland y su espíritu de grosera felicidad y consumismo: Dismaland.…
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