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This is real violence

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David Zwirner, Female Figure, 2014
David Zwirner, Female Figure, 2014

Siempre hemos querido ver en el Arte Sonoro una doble dimensión; de un lado constructora de un espacio transformado, en su totalidad, por el sonido, donde el espectador toma parte; de otro evocadora de asociaciones y emociones que le dan a esa su característica más especial, de la que carecen otras formas artísticas. El Arte Sonoro es plural y amplio, y en esa variedad el sonido nos viene dado de múltiples maneras. Diferentes sistemas de representación sonora, que van de las performances del compositor electroacústico Tarek Atoui –donde emplea instrumentos electrónicos que él mismo fabrica-, de claro sesgo improvisatorio y acento en la participación y mediación del espectador, a instalaciones permanentes como la Ann Hamilton Tower, donde se exploran las posibilidades acústicas y simbólicas de la arquitectura, a través de una estructura concebida como torreón medieval con nichos en sus paredes –de tal longitud y tamaño que es posible sentarse en ellos o, incluso, tumbarse-, y que funciona como espacio donde tienen lugar actuaciones musicales, corales y teatrales que interactúan, también, con la piscina circular que hay en su interior. Esa explosión sensorial que ofrece la obra sonora –en sus diversas modalidades–, y que a menudo nos obliga a volcarnos, de lleno, en la experiencia ofrecida, es lo que la hace tan incisiva.

Una obra sonora imposible de desvincular del medio tecnológico, el cual utiliza, por otro lado, para poder materializar su expresión. Y es en esta verdad, en este hecho, donde reside una parte de la gracia del artista Jordan Wolfson, cuyo trabajo representa, muy bien, el arte de nuestro tiempo. Acercarse a Wolfson –representado por galerías como David Zwirner–, a sus animatronics y otras creaciones, puede resultar tormentoso. Tormentoso porque por momentos es oscuro y triste, y algo, en su obra, sugiere permanentemente la violencia y la autodestrucción. Aunque no es posible definir toda la producción de Wolfson como Arte Sonoro, y su exploración del fenómeno acústico parezca limitada, el empleo del sonido en determinados casos –véase Female Figure (2014)– es de gran interés, en tanto que distorsiona por completo la percepción del público invitándole, incluso, a participar y a establecer una conexión emocional –positiva o negativa– con lo que ve.

Wolfson se inspira en la novela de Georges Bataille, Historia del ojo (1928), para justificar la obra

Entusiasta de la realidad virtual y de la mecánica, Jordan Wolfson emplea las mismas técnicas de animación que podríamos encontrar en el parque temático más puntero, y vale la pena recordar que sus muñecos animados son “fabricados”, a costes elevados, en un estudio de efectos especiales en Los Ángeles.…

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