En el lejano Oriente, hace siglos, surgió la conocida técnica japonesa kintsugi caracterizada por evidenciar el barniz o resina espolvoreada con oro usada en la restauración de piezas de cerámica rotas. Con el fin de reparar un cuenco indispensable emocionalmente para su propietario, Ashikaga Yoshimasa, reclamó a los artesanos de China la reconstrucción digna de dicha pieza, después de un primer intento inadecuado. Como solución, el resultado definitivo: unir las piezas mediante finas líneas doradas que permitían distinguir la fractura, embelleciéndola. Un duradero y atractivo recurso que fundó las bases de la mencionada técnica, fiel reflejo de la idiosincrasia de Japón, de su aprecio por la belleza discreta, delicada y efímera.
Este fascinante y metafórico método de restauración asociado a una filosofía de vida diametralmente opuesta a la manera occidental de ver la fractura, tanto anímicamente como material, reivindica por encima de todo visibilizar las roturas dando un valor añadido al objeto que, en sus pedazos unidos por delgadas líneas doradas, alcanza su valor álgido al mostrar en él el paso del tiempo, la historia o la memoria. Como un espejo, sobre mimar la cicatriz encontramos en el discurso de Kader Attia un auténtico “ruido silencioso” que despliega ante nosotros diferentes formas de abordar estas marcas, estas señales latentes en la memoria colectiva. Así el poético y descriptivo título “Las cicatrices nos recuerdan que nuestro pasado es real” nos sumerge en la muestra del artista francoargelino en la Fundació Joan Miró. Ganador de la última edición del Premio Joan Miró, hablar de Kader Attia es hablar desde una cuidada mirada sobre el impacto de la hegemonía cultural occidental y el colonialismo, donde el artista como etnógrafo visibiliza sus repercusiones en culturas no occidentales, dotando su trabajo de un claro compromiso y testimonio crítico y utilizando el arte como instrumento óptimo para representar la otredad. Un concepto fundamental en su trabajo, la reparación, se presenta como una forma de continuidad:
“Se podría considerar que cuando algo se rompe solo hay que volver a colocar las piezas. Pero, de hecho, la reparación no está relacionada solo con el control. Es un proceso que se puede entender, por ejemplo, como una forma de reapropiación cultural. O que observamos en dinámicas paralelas a otras escalas, como la recreación, la selección natural, la traducción, la absorción, la mejora, la rectificación o la transformación. De la cultura a la naturaleza, del género a la arquitectura, de la ciencia a la filosofía, cualquier sistema de la vida es un proceso de reparación infinito.…
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