La exposición de Mona Hatoum en el IVAM es de esas muestras que hace una enmienda a los problemas de la condición global. Una visión de globalidad propia de una artista que habla unos códigos universales que tanto gustan al circuito internacional. Mapas de canicas que se deforman con el retumbar del piso por los pasos de los visitantes. Ciudades de materiales constructivos oxidados. Camas de alambre de espino. Líbano, Palestina, Hiroshima… El paseo por la muestra te va llevando por diferentes imágenes de la violencia y la devastación producidas por la humanidad.
Las obras son grandes y tienen una escala espectacular, cargadas muchas de ellas con la retórica de la metáfora visual habitual de la artista. La Galería G1 en la que se despliega la muestra fue proyectada para ser un espacio de exposición escultórica y esa condición refuerza el tamaño y el discurso sobre lo global de las piezas. La exposición te hace sentir pequeña, las obras también y el discurso al que se refieren te supera. La muestra comisariada por José Miguel G. Cortés, exdirector del centro, produce una relación de escalas entre la espectadora, la obra, el espacio y la artista que generan un diálogo frío y distante.
La exposición te hace sentir pequeña, las obras también y el discurso al que se refieren te supera
La Galería G1 es una concatenación de salas cuadradas y rectangulares. Un camino recto por el que las piezas se disponen en los bordes, dejando un pasillo central desde el que se toma contacto con las mismas. Mientras se anda hacia el final de la exposición entra luz por el gran ventanal que queda a la izquierda. Cuando Tomás Llorens pidió a los arquitectos del IVAM aquel tipo de sala bien podría haber pensado en el tono de esta exposición. Tanto la altura, como la luz y el espacio anclan las piezas. A diferencia de otras muestras, la exposición de Mona Hatoum responde bien a las características del espacio expositivo.
En la última habitación de la Galería G1 ya no hay ventanal. De repente, la última sala se vuelve más íntima y sin la obertura encierra a la espectadora. Y es ahí donde aparece una pieza que trastoca la escala de la muestra. En una esquina, tímida y lejana, con gesto humilde se propone una pieza que rompe con la exposición. Una silla Thonet oscura con un semblante frágil intenta ocultarse, sin éxito, a las espectadoras.…
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