anterior

Desvincularse de la artista para convertirse en el personaje. Releyendo a Cindy Sherman.

siguiente

Cindy Sherman, 2020, vía Instagram

Reconociendo que la fotografía es partícipe de la historicidad, intermediaria entre el pasado y el presente, pero también una herramienta cultural a través de la que acceder a un espacio y un tiempo más allá de las narrativas convencionales y la historia, o lo que Donna J. Haraway llamó el “cuento con el que los mentirosos de la cultura occidental engañan a los demás”, merece la pena profundizar en el diálogo que varias de las obras realizadas por Cindy Sherman en las dos últimas décadas establecen con teorías recientes sobre las temporalidades queer y el feminismo, tales como la propuesta realizada por Elizabeth Freeman en Time Binds, sobre la forma en que el tiempo no secuencial puede conformar “estructuras de pertenencia y durabilidad”.

A partir del género del retrato y desde finales de la década de los setenta, Sherman ha explorado, como fotógrafa e intérprete, estereotipos vinculados a la imagen de la mujer (siendo algunos de los mejores ejemplos las series Untitled film stills, Centerfolds o Society portraits), hitos históricos (History portraits), lo grotesco (Clowns) y la violencia (Sex pictures, una de las pocas ocasiones en que no aparece como modelo). Si lo que Pierre Bourdieu llamó habitus tiene la capacidad, en última instancia, de quebrantar la posición de las clases dominantes a través de la reproducción de aspectos integrados en la cultura de masas contemporánea, con su trabajo, Sherman no solo los perpetúa, otorgándoles protagonismo, sino que también suscita la crítica, permitiendo aislar hábitos, comportamientos y clichés asimilados, y cuestionarlos.

Cindy Sherman, Untitled film still #21, 1978.

Uno de sus más recientes experimentos de Sherman, los selfies publicados en su cuenta de Instagram

Así sucede con uno de sus más recientes experimentos, los selfies publicados en su cuenta de Instagram (@cindysherman) desde 2017. Para ellos, transforma su aspecto valiéndose de filtros y otras herramientas de edición digital, modificando su rostro según criterios que parecen obedecer a un deseo contrario al que mueve a la mayoría de los usuarios de la aplicación: ofrecer una apariencia atractiva. En este sentido, es significativo el título del artículo que The New York Times Magazine le dedicó en 2018, “The ugly beauty of Cindy Sherman’s Instagram selfies”.

En estas imágenes, al ya familiar histrionismo —rasgo que ha ido adquiriendo un progresivo protagonismo en sus retratos desde la década de los noventa— se suma la deformidad digital del contorno facial, la saturación de la imagen hasta hacer de las arrugas el rasgo más prominente del rostro y el empleo de filtros diversos (pelucas y maquillaje, máscaras análogas, en gran medida, a las que Sherman emplea en sus retratos convencionales), por medio de los que transforma, una vez más, su aspecto.…

Este artículo es para suscriptores de EXPRESS

Suscríbete