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Pintura y tiempo: abstracción post-pictórica

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Leslie Smith, imagen cortesía de Galería Ponce+Robles.

Empezar diciendo que la pintura ya no es lo que era es una perogrullada que sin embargo reúne las condiciones para poder dictarnos el tono general de lo que queremos decir. Porque el hecho –más o menos patente– de que la pintura no es lo que era –o al menos lo que se esperaba que fuese– no es en modo alguno una diatriba contra la pintura sino más bien su más radical posibilidad de supervivencia.

Porque si frente a una pérdida del aura y frente a la llegada de la reproducibilidad técnica la pintura encontró en la abstracción la posibilidad de seguir siendo aclamada como arte, ahora la abstracción pictórica sirve a la única posibilidad de pervivencia del arte: la de resistir. Así, más que primicia dentro de una ámbito, el artístico, llamado a fenecer antes o después, la pintura se está convirtiendo en norte y guía de las poquísimas posibilidad de supervivencia con que cuenta el arte.

Así, más que primicia dentro de una ámbito, el artístico, llamado a fenecer antes o después, la pintura se está convirtiendo en norte y guía

En definitiva, nuestra tesis es que la pintura, práctica que sirve de perchero perfecto desde donde dinamitar por inanición al conjunto del arte, disciplina en riesgo constante de ser expropiada, está consiguiendo contra todo pronóstico indicar el camino al resto de las prácticas artísticas: la de, insistimos, ejercitarse en la resistencia. Resistir a la tendencia postmoderna de convertir todo en imagen, resistencia a una fetichización visual y a una excesiva reificación en tanto que mercancía y, por último, resistencia a una exceso de escenografía en su puesta en escena y a su querencia a devenir ready-made.

Para conseguir tal efecto de resistencia en un mundo que se las sabe todas, la pintura ha optado por desasirse de toda parafernalia pop, por dejar a buen recaudo estrategias de deconstrucción crítica y por renunciar a convertirse en objeto específico. Aparcadas todas esas estrategias, podemos decir que la pintura está acabando por tomarse en serio: lo abstracto de la pintura no remite ya a los requisitos de autenticidad y autonomía que antaño, como hemos señalado, sirvieron de detonante sino como signo cultural de una determinada relación de la pintura con su abdicación –y resistencia– en cuanto que devenir-imagen. Es decir, entre la senda premoderna de hacer pie en la representación y el camino ya enfangado de la Modernidad que ve en la pintura el modo de reflexionar acerca de la esencia teleológica de la propia Modernidad, la pintura parece tomar una tercera vía alternativa cuyo esfuerzo queda concitado alrededor de pensar la pintura en relación con la imagen en la era del mundo global.…

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