Recuerdo como si fuera ayer el día que vi Pink Flamingos de John Waters. Además del intenso y continuo desasosiego, tengo incrustada con extrema nitidez la escena en la que Edie, la madre de Babs, pide suplicante docenas de huevos que engulle compulsivamente encerrada en una jaula de madera para niños. Edie celebra que estén en un tren porque le encantan los trenes, a lo que Babs le responde que en realidad tienen una casa móvil y que en esta ocasión cada uno tiene por fin una habitación. Sorprendentemente, esa misma sensación me ha asaltado en co-workings, en parques de atracciones o cadenas de hoteles, espacios a priori muy lejanos del universo de Pink Flamingos. Ninguno de estos espacios es cutre, precario o excesivo a priori, pero en ellos me he sorprendido dominado por una urgencia difusa, como Edie ante sus huevos. Estos productos espaciales, que según Keller Easterling son nuevos espacios híbridos que existen fuera de las convenciones morales habituales, surgen al amparo de las leyes de mercado y tienen una voluntad totalizadora. Funcionan como universos utópicos o distópicos pero herméticos, y así lo que a nuestros ojos es un espacio de consumo más, oculta en realidad un cúmulo de decisiones que perfilan comportamientos, nos moldean y aíslan para fidelizarnos y estandarizarnos.
Hay un conjunto de artistas cuyo trabajo reflexiona sobre estas cuestiones y cuyas instalaciones arrancan metafóricamente la piel brillante de los productos espaciales para ofrecernos visiones crudas y honestas de los mecanismos de decisión ocultos tras los atractivos acabados de estos espacios. Podríamos considerar que sus instalaciones funcionan como espacios abyectos que nos definen pero en los que no queremos reconocernos, que nos alienan pero que nos completan y por eso nos desasosiegan. Son espacios que reflejan el concepto de Julia Kristeva de abyección. Dicho de otro modo, estas obras nos ofrecen la oportunidad de entender las lógicas que impulsan los productos espaciales, las decisiones y procesos que ocultan, arrojando luz quizás sobre las razones por las que nos producen desasosiego y los mecanismos mediante los que nos inducen a actuar, algo que quizás es más visible cuando este concepto es aplicado a disciplinas como la escultura o el cine. Parece que el contraste entre piel y órganos al que alude Kristeva ha calado más en disciplinas como la escultura que en la instalación, cuyo protagonista es el espacio, aunque no cabe duda del tremendo impacto que este puede llegar a tener, como podemos leer en el increíble ensayo Pornotopía de Paul B.Preciado…
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