Hoy en día, nuestras vidas están mediadas por las tecnologías digitales, las cuales nos inducen a habitar temporalmente otro espacio inmaterial y distinto, cuya característica principal es la cancelación de cualquier corporalidad; nuestros cuerpos se convierten automáticamente en partículas digitales de información. Una sensación de conectividad constante inunda nuestra cotidianeidad, pudiendo escribir a cualquier ser querido en el momento, y recibir su respuesta en segundos, encontrarnos decenas de mensajes sin leer cuando nos despertamos o enviar emails y cartas de motivación desde nuestro móvil.
Si la tecnología ha cambiado sobremanera nuestros hábitos comunicacionales, también ha afectado las relaciones con los demás: ¿cómo sentir a nuestros amigos en el chat de WhatsApp? ¿Por qué es tan fácil tener malentendidos y conflictos en la comunicación online? Si el espacio digital nos ofrece una forma de superar la distancia geográfica en el instante, las relaciones personales deberían sentirse más unidas, conectadas. No obstante, la experiencia afectiva del espacio digital invierte las coordenadas espaciales con las que acostumbramos a orientarnos, transformando nuestro discurso en código inmaterial e intangible.
Siento otros cuerpos a través del afecto: la interacción directa entre lo que tengo a mi alrededor y mi cuerpo, que percibo antes de cualquier proceso intelectual. Delezue y Guattari conciben esta experiencia relacional como la percepción de las intensidades vibrantes de los demás1Deleuze y Guattari., Mil mesetas, 155-159., que se presentan ante mí sin una necesidad lógica, sino contingente. Por otro lado, puedo también entender a los otros, lo cual se trata de un proceso de imitación y proyección. La empatía nos permite entender al otro a través de la captación de síntomas físicos que nosotros imitamos mentalmente para ponernos en su lugar y simular su estado emocional. En los últimos tiempos, por diversas razones socio-políticas2Pedwell, Affective Narrations, The Transnational Politics of Empathy, 11., los medios de comunicación han insistido repetidamente en una condición contemporánea de falta de empatía por los demás, por ejemplo, Barack Obama lamentaba el espíritu de poca solidaridad y conexión entre la sociedad norteamericana, un déficit de empatía que personalidades como él insisten en remarcar.
¿Qué ocurre, sin embargo, cuando los otros cuerpos están presentes solo en su virtualidad?
Este “giro empático” se trata de uno de los mecanismos más extendidos para relacionarse con los otros, y que por tanto también usamos para tratar de conectarnos con nuestros seres queridos en la otra punta del globo.…
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