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Mujeres explotando mujeres

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Maggie Dunlap

Cuando en nombre de la visibilidad de la mujer en el arte o cualquier otro campo aceptamos que se explote nuestra imagen para “promocionarnos”, cuando permitimos que impere el sexismo, cuando convertirmos una reivindicación en publicidad oportunista hacemos un flaco favor a las mujeres en general pero, además, ¿qué ocurre si esas estrategias a las que nos rendimos pensando que el fin justifica los medios se llevan a cabo por parte de otras mujeres? Por si el sistema no fuese suficientemente perverso el mes que dejamos atrás, como cada marzo, plantea un balance de acciones que desde nuestro país surgen a fin de conmemorar algo que pierde su significado dependiendo de las particularidades de cada una. Por ejemplo, basta con ponerse a identificar qué encuentros, congresos o festivales repercuten de forma horizontal en las personas que se implican y qué otros esconden bajo un halo de colaboración el beneficio de unas pocas o de una sola que se lucra con la causa mientras las demás se repiten a sí mismas que el voluntarismo no perjudica sus carreras.

El Día Internacional de la Mujer Trabajadora, resumido como “Día de la Mujer”, no ha existido siempre. Se celebra cada 8 de marzo en numerosos países desde que a mediados de los años 70 del siglo pasado la Organización de las Naciones Unidas (ONU) llamase a conmemorar tal fecha con regularidad en homenaje a la histórica y sangrante lucha de las mujeres por vivir en condiciones de igualdad respecto a los hombres. Igualdad de derechos, de trato y de oportunidades; todavía hoy hemos de recordar una vez al año que nuestra autonomía no ha sido fácil y que aún queda mucho camino por andar. Los salarios suelen ser estadísticamente más altos cuando una persona ha sido designada al nacer con el género masculino, entre otras cosas.

Asimismo, muchas de las tareas desempeñadas por mujeres no son consideradas un trabajo y por lo tanto carecen de remuneración alguna, por ejemplo las labores relativas al hogar o al cuidado de la descendencia, de forma acusada en ámbitos conservadores. La “conciliación” se ha convertido en epicentro de un eterno debate. ¿Puede una ser madre sin renunciar a su carrera profesional? Por supuesto que sí, por qué no iba a poder, ¿y puede compartir obligaciones con su pareja? Claro, vivimos en el siglo XXI. No, no nos engañemos, no resulta tan obvio para todo el mundo y quien quiera pensar que no hay razón para continuar con las luchas feministas, para ni tan siquiera hablar de feminismos o reivindicar la igualdad, está cayendo en la trampa del adormecimiento neoliberal que tiende a desactivar los pequeños reductos de resistencia capaces de mantenernos alerta.…

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