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Mixed Blessings: New Art in a Multicultural America

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Jean-Michel Basquiat, Philistines

Es 1990. Faltan apenas dos años para la celebración del quinto centenario de la llegada de Colón a las Américas. Para muchos, un “descubrimiento”. Para otros, una “conquista”. Pero para algunos, una clara “invasión”. Entre estos, definitivamente, se destaca la crítica estadounidense Lucy Lippard. Justamente en 1990 llega a las estanterías su ensayo Mixed Blessings: New Art in a Multicultural America.

Figura prominente en los debates artísticos de las últimas décadas del siglo XX –el minimalismo, el feminismo, la desmaterialización del objeto o el arte político, por ejemplo– Lippard denuncia el desdén del sistema de arte internacional (euro-americano, por así decir) hacia los artistas de otros grupos étnicos afincados en Estados Unidos. Se enfrenta a un tema latente en la América de fin de milenio: ¿cuál es el real alcance del pensamiento intercultural en el continente? ¿Cómo introducir el discurso multicultural en la crítica y la historiografía de arte?

El debate (y el banquete) estaba servido. Enmarcando metafóricamente su análisis como un ajiaco (guiso de origen latinoamericano), Lippard alude a un “modelo más fresco y sano”, “en que cada ingrediente retiene su sabor y forma propios”, en contraposición al manido “crisol de culturas”. Reúne a artistas de origen indígena, africano, asiático y latinoamericano en actividad en su país, y los presenta en un desorden que rompe la lógica historicista, abandonando clasificaciones como generación, técnicas, géneros o escuelas, y devuelve al lector lo que su propio título parcialmente promete –una mezcla–.

Se enfrenta a un tema latente en la América de fin de milenio: ¿cuál es el real alcance del pensamiento intercultural en el continente? ¿Cómo introducir el discurso multicultural en la crítica y la historiografía de arte?

Ricamente ilustrado, con imágenes en prácticamente todas sus páginas, una sucesión de nombres de artistas transitan por los párrafos con una velocidad inusual. Optando por visibilizar artistas jóvenes, en general ignorados por el circuito comercial, Lippard ocasionalmente profundiza en algunos casos –como los de Adrian Piper, Jean-Michel Basquiat, Jimmie Durham y Jaune Quick-to-See Smith–. Declaraciones de los artistas y citas teóricas ocupan obstinadamente los márgenes del texto principal –ya de por sí atravesado por otras voces–. El aspecto visual de la publicación expresa un desacuerdo con la noción jerárquica entre argumento principal y comentarios secundarios y, por esto, su lectura es polifónica, difusa y, por qué no decirlo, a menudo confusa. Si bien es probable que sea éste su punto débil, la confusión parece ser considerada un valor, un resultado de una estrategia metodológica consecuente con el contexto a tratar: la experiencia desorientadora de los que transitan por las fronteras, dónde las subjetividades agudizan sus fragmentaciones y los impases entre-culturas se remarcan.…

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