La vulnerabilidad como una condición de la cultura post-pandemia
Creo que aceptar la nueva normalidad consiste en tolerar lo extraño y conocer más de cerca nuestra vulnerabilidad. Hace un par de semanas hice un viaje a Londres para ver algunas exposiciones, de las que me ocupo en este texto. El simple tránsito hasta allí fue una experiencia distópica y confusa. El viaje comienza con la gestión de un nuevo pasaporte (el anterior acumulaba polvo en un cajón), formularios de salud, tests PCR, colas de gente, ansiedad. Pensaba escribir sobre la escena artística actual de Londres, sobre cómo esta se ha podido ver afectada por dos fenómenos descomunales y casi simultáneos; el brexit y la pandemia. Este viaje me ha parecido la forma más inmediata de empezar a reflexionar sobre los cambios que estamos atravesando, por lo vulnerable y rara que me sentí en el proceso.
¿Cómo podemos medir el impacto de la pandemia en la psique colectiva?
¿Cómo podemos medir el impacto de la pandemia en la psique colectiva? ¿Podemos palparlo en el arte? ¿Es posible detectar tendencias, formatos expositivos, contenidos, o modos de preguntar que respondan a lo que hemos vivido? ¿Podemos pensar en el arte como un ser que también se encuentra extrañado?
Por su tamaño, por su inagotable oferta de espacios, galerías y museos, creo que Londres es una buena ciudad-termómetro donde aterrizar estas cuestiones. Hay tres exposiciones que me ayudan a pensar en una dirección común, en una gran fuerza temática; la atención desde el arte al mundo animal, la muestra Healer, de Pamela Rosenkranz, en la galería Spruth Magers, la nueva instalación In Love With the World, de Anicka Yi, en la Turbine Hall, Tate Modern y las dos exposiciones que actualmente pueden verse en Saatchi Gallery, London Grads Now y Yours To Make. De diferentes maneras, todas ellas recrean vida en sus obras y proponen una nueva relación entre especies, una contaminación cruzada entre seres animados e inanimados.
Londres es una buena ciudad-termómetro donde aterrizar estas cuestiones
Aunque la sensibilidad de los artistas hacia el comportamiento animal no es algo nuevo, es posible que la experiencia de la pandemia nos este animando a seguir pensando fuerte en esa dirección. Anicka Yi ha llenado la Turbine Hall de unas máquinas voladoras que denomina aerobios. Unos seres mágicos planean sobre las personas y convierten el lugar en un inmenso acuario. Hay dos tipos, unos son enormes pelotas marrones llenas de antenas y, los otros, bichos transparentes con tentáculos que bailan y se mueven, alegres como medusas.…
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